A dos metros de la puerta, dentro de un macizo de lentiscos, vive un meloncillo (Herpestes ichneumon) Debe cazar por la noche y lleva las piezas a los alrededores de su madriguera, y así es como me tiene el porche del laboratorio lleno de cadáveres matutinos. Esta mañana he recogido cuatro ratas y dos conejos, uno de ellos completamente devorado. Hambre no pasa, desde luego…
…me ha sorprendido encontrar este abrazo póstumo entre el conejo y la rata de campo. Ha debido ser el depredador, borracho de presas, el que las ha dispuesto así. No sé… me ha despertado una cierta ternura. Y me ha recordado el eterno abrazo de aquel hombre de cuarenta años y la joven de catorce, en la necrópolis neolítica de San Fernando, la que los políticos han tapado para hacer un campo de hockey…
No hay comentarios:
Publicar un comentario