Cuatro horas. Un corto lapso de tiempo para un ser humano. En la historia de una montaña es apenas un instante. Y para el discurrir del universo es algo infinitesimal, despreciable…
…para la mujer rubia de pelo castaño, de 09:00 a 13:00 horas supone momentos sombríos. Atada a su sillón, mililitro a mililitro, discurren los doscientos cuarenta minutos con todos sus segundos… que son segundos eternos, como granos de arena en sábanas de raso. Y para el hombre que coge su mano y lee para ella un crucigrama, son horas para fingir la despreocupación que no siente. Es una despreocupación que a nadie engaña y que ninguno se cree… pero se agradece con una sonrisa leve, que comienza en la comisura de los labios y acaba en un guiño socarrón.
— Yo, contigo — le dice él.
— ¡Je, je, je! ¡Tú, conmigo! — confirma ella.
De 09:00 a 13:00 horas. Ya casi es hora de comer. ¡Hay que seguir, puñetas, hay que seguir!
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