Oxaliplatino se llama. Es un veneno que inyectan a la mujer de melena cortita y pelo castaño que descansa en el sillón. Él la suele llamar Rubia. Rubia, esto… Rubia, lo otro… ¡Rubia! ¿Tú te acuerdas…?
— ¡Pero si no es rubia! — Le suelen decir los amigos
— Bueno, pero yo la veo rubia platino, ¡joder! — contesta su hombre —. Como a Marilyn
— Bueno, pero yo la veo rubia platino, ¡joder! — contesta su hombre —. Como a Marilyn
Un día —hace ya unos años— por el pasillo de un hospital, un mozo conducía una cama con paciente incluido. Y lo hacía con tal dificultad que en la maniobra a punto estaba de aprisionar contra la pared a la rubia de pelo castaño… así que su hombre le avisó sin contemplaciones:
— ¡Rubia, puñetas, quítate de ahí que te va a aplastar!
La rubia de pelo castaño ni se inmutó, pero una desconocida, rubia verdadera ella, que estaba a su lado, se dio por aludida y dio un salto que hasta el hombre se tuvo que disculpar:
— ¡Uy! Perdona, mujer, que no te lo decía a ti, se lo decía a mi mujer… ya sé que no es rubia, pero se lo decía a ella… — No se sabe si le creyó.
Sí. Oxaliplatino se llama el veneno… pero ahora el hombre la ve, con más razones todavía, más rubia platino que nunca.
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