Ilusionistas de guante blanco que ofrecen palomas blancas.
Vendedores de buenas intenciones que confían en la mala memoria del personal.
Decidores de medias verdades porque la otra media les pone en entredicho.
Arregladores de una sociedad que estropearon siempre los otros.
Gestores prodigiosos de bienes que nadie encuentra.
Prestidigitadores de palabras huecas y hechos hueros.
Marionetas deshilachadas de la mercadotecnia.
Ingenieros de posibilidades imposibles.
Arquitectos de puentes hacia dudosos paraísos que nunca llegan.
Ofertantes de utopías en las que ni ellos creen.
Ecologistas de carbón piedra y corazón diesel.
Profesores de una pedagogía siempre por ejercer.
Peleles en manos de poderes inconfesables.
Abogados ciegos de causas evidentes.
Predicadores de mejores cielos para esta triste tierra...
¡Pasen, pasen y vean, señores: comienza el espectáculo!
Sí, entramos en campaña electoral. El próximo 27 de Mayo hay elecciones municipales y autonómicas en España. ¡Abróchense los cinturones… o márchense si pueden a cualquier paraíso olvidado!
Sinceramente, SALVO HONROSAS EXCEPCIONES (insisto en esta salvedad pensando en mi amigo Pepito), no me gustan los políticos cuando entran en campaña. Entiendo que las exigencias del guión les obligue a asumir el papel de vendedores de sueños imposibles… y que las medias verdades afloren a discreción en los discursos. Entiendo que se vean obligados a besar niños y ancianos, a sonreír (a veces bobaliconamente), a dar apretones de manos a todo ser votante. También entiendo que se vean obligados por la mercadotecnia a vestirse deportivamente, a cuidar cada uno de sus gestos, y hasta los colores de sus camisas y corbatas… De forma que al final todos parecen cortados por el mismo patrón de lo estéticamente correcto. Lo entiendo porque difícilmente se puede ir por libre a la conquista del hipotético poder.
Pero, lo peor de las campañas es cuando un político ejerce de mitinero y sigue a pies juntillas las consignas para levantar el ánimo del personal que escucha… Los hay con tablas y cierto salero, pero, hijo mío, los hay que son un insulto a la inteligencia del votante y mejor sería que permanecieran entre bambalinas.
Generalmente, cualquier campaña más parece un racimo de medidas publicistas, para vender la mejor imagen de un candidato, que una exposición de ideas para mejorar la vida de las personas. Y, aunque entiendo esta necesidad de vender el producto como si fuera un chorizo, me resisto a olvidar que la mejor esencia de una democracia es la confrontación desnuda de las ideas… aunque la corbata que adorne al candidato le reste votos.
Y al final, si no te crees nada de lo que oyes porque sea fruto de una encubridora campaña publicitaria, lo mejor es votar una opción ideológica, al margen de quien sea el candidato…
Sí, me parece que si desconfiamos de las campañas publicitarias que nos quieren vender una opción política como si fuera un chorizo, en ese caso, es mejor votar la ideología que impregna a un partido, con independencia de quienes sean sus candidatos y por encima de lo que diga su programa electoral, su eslogan de campaña y las promesas enumeradas en sus mítines. Porque los candidatos van y vienen, pero servidor cree que NO PODEMOS PRESCINDIR DE LAS IDEOLOGÍAS como sistema de valores que caracteriza, justifica y sustenta la sensibilidad de un grupo de personas, y que tiene como finalidad mejorar la vida cotidiana para hacer feliz a la gente... porque si nos quedamos sin ideologías estaremos en manos de los salvapatrias de turno: los que deciden por nosotros qué es lo que nos conviene. ¡OJO!
Aunque el valor de la humanidad se mida por la altura de sus individuos singulares, por encima de estos, permanecen las ideologías.
Vendedores de buenas intenciones que confían en la mala memoria del personal.
Decidores de medias verdades porque la otra media les pone en entredicho.
Arregladores de una sociedad que estropearon siempre los otros.
Gestores prodigiosos de bienes que nadie encuentra.
Prestidigitadores de palabras huecas y hechos hueros.
Marionetas deshilachadas de la mercadotecnia.
Ingenieros de posibilidades imposibles.
Arquitectos de puentes hacia dudosos paraísos que nunca llegan.
Ofertantes de utopías en las que ni ellos creen.
Ecologistas de carbón piedra y corazón diesel.
Profesores de una pedagogía siempre por ejercer.
Peleles en manos de poderes inconfesables.
Abogados ciegos de causas evidentes.
Predicadores de mejores cielos para esta triste tierra...
¡Pasen, pasen y vean, señores: comienza el espectáculo!
Sí, entramos en campaña electoral. El próximo 27 de Mayo hay elecciones municipales y autonómicas en España. ¡Abróchense los cinturones… o márchense si pueden a cualquier paraíso olvidado!
Sinceramente, SALVO HONROSAS EXCEPCIONES (insisto en esta salvedad pensando en mi amigo Pepito), no me gustan los políticos cuando entran en campaña. Entiendo que las exigencias del guión les obligue a asumir el papel de vendedores de sueños imposibles… y que las medias verdades afloren a discreción en los discursos. Entiendo que se vean obligados a besar niños y ancianos, a sonreír (a veces bobaliconamente), a dar apretones de manos a todo ser votante. También entiendo que se vean obligados por la mercadotecnia a vestirse deportivamente, a cuidar cada uno de sus gestos, y hasta los colores de sus camisas y corbatas… De forma que al final todos parecen cortados por el mismo patrón de lo estéticamente correcto. Lo entiendo porque difícilmente se puede ir por libre a la conquista del hipotético poder.
Pero, lo peor de las campañas es cuando un político ejerce de mitinero y sigue a pies juntillas las consignas para levantar el ánimo del personal que escucha… Los hay con tablas y cierto salero, pero, hijo mío, los hay que son un insulto a la inteligencia del votante y mejor sería que permanecieran entre bambalinas.
Generalmente, cualquier campaña más parece un racimo de medidas publicistas, para vender la mejor imagen de un candidato, que una exposición de ideas para mejorar la vida de las personas. Y, aunque entiendo esta necesidad de vender el producto como si fuera un chorizo, me resisto a olvidar que la mejor esencia de una democracia es la confrontación desnuda de las ideas… aunque la corbata que adorne al candidato le reste votos.
Y al final, si no te crees nada de lo que oyes porque sea fruto de una encubridora campaña publicitaria, lo mejor es votar una opción ideológica, al margen de quien sea el candidato…
Sí, me parece que si desconfiamos de las campañas publicitarias que nos quieren vender una opción política como si fuera un chorizo, en ese caso, es mejor votar la ideología que impregna a un partido, con independencia de quienes sean sus candidatos y por encima de lo que diga su programa electoral, su eslogan de campaña y las promesas enumeradas en sus mítines. Porque los candidatos van y vienen, pero servidor cree que NO PODEMOS PRESCINDIR DE LAS IDEOLOGÍAS como sistema de valores que caracteriza, justifica y sustenta la sensibilidad de un grupo de personas, y que tiene como finalidad mejorar la vida cotidiana para hacer feliz a la gente... porque si nos quedamos sin ideologías estaremos en manos de los salvapatrias de turno: los que deciden por nosotros qué es lo que nos conviene. ¡OJO!
Aunque el valor de la humanidad se mida por la altura de sus individuos singulares, por encima de estos, permanecen las ideologías.
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