Nunca he tenido claro si la buena era la de cal o la de arena. En este caso quiero dejar escrita la parte buena porque me ha quedado una mala sensación en el cuerpo después de colocar el post anterior. En realidad, tengo amigos dedicados a la política que no merecen ningún pensamiento peyorativo, como el que se deja entrever en lo dicho ahí abajo. Todo lo contrario, mis amigos políticos son admirables porque, entre otras cosas, rezuman generosidad en forma de compromiso y lealtad con sus ideas... y para eso hay que ser valientes, cosa que los homo sapiens venido a menos no somos. Quiero citar expresamente a Pepito Carracao, Adelaida Álvarez, Paqui Borrego y Juani Márquez, cada uno en su partido, defendiendo sus ideas en la gran, mediana y pequeña política. Ellos lo saben.
Hace un tiempo me llamaba al orden mi Maestro en numerosas cuestiones (jugamos a que él me dice Pequeño Saltamontes, y eso me enorgullece), ese niño grandote que deje hace treinta años en la parada del autobús, en la placilla de Villajovita, junto al bar Toribio, cuando le decíamos Pepe Anita, y nos recuperamos cuando él era senador de España. Me decía en esa ocasión que era injusto tratar a todos por igual, incluidos los políticos. Y es verdad. A lo largo de este blog se deja ver cual es mi opinión al respecto de la oleada de crispación meditada, diseñada y promovida por el PP para que el personal de a pie llegue a pensar “Todos los políticos son iguales, así que ¿para qué votar?” Con lo cual se genera primeramente la desmovilización del voto de la izquierda et viola!: victoria del PP. No, no todos los políticos son iguales porque cada persona es distinta de otra persona y cada hombre y mujer es de su padre y de su madre... hasta los políticos.
O sea, quiero dejar aquí una de arena para los políticos sensatos, esos hombres y mujeres generosos que ofrecen su trabajo silencioso (al margen de las broncas parlamentarias, plenarias o mediáticas) La mayoría de las veces, un trabajo ingrato, no entendido, malinterpretado y desconocido, para que la gente de la calle, a pesar de todo, viva mejor.
Con mi gratitud. Siempre tendréis mi voto... (aunque os transforméis durante la campaña)
Hace un tiempo me llamaba al orden mi Maestro en numerosas cuestiones (jugamos a que él me dice Pequeño Saltamontes, y eso me enorgullece), ese niño grandote que deje hace treinta años en la parada del autobús, en la placilla de Villajovita, junto al bar Toribio, cuando le decíamos Pepe Anita, y nos recuperamos cuando él era senador de España. Me decía en esa ocasión que era injusto tratar a todos por igual, incluidos los políticos. Y es verdad. A lo largo de este blog se deja ver cual es mi opinión al respecto de la oleada de crispación meditada, diseñada y promovida por el PP para que el personal de a pie llegue a pensar “Todos los políticos son iguales, así que ¿para qué votar?” Con lo cual se genera primeramente la desmovilización del voto de la izquierda et viola!: victoria del PP. No, no todos los políticos son iguales porque cada persona es distinta de otra persona y cada hombre y mujer es de su padre y de su madre... hasta los políticos.
O sea, quiero dejar aquí una de arena para los políticos sensatos, esos hombres y mujeres generosos que ofrecen su trabajo silencioso (al margen de las broncas parlamentarias, plenarias o mediáticas) La mayoría de las veces, un trabajo ingrato, no entendido, malinterpretado y desconocido, para que la gente de la calle, a pesar de todo, viva mejor.
Con mi gratitud. Siempre tendréis mi voto... (aunque os transforméis durante la campaña)
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