miércoles, 21 de julio de 2021

Insigne poeta gaditano, sin duda

 Este artículo se publico en La Voz del Sur

Don José María Pemán y Pemartín no era hombre que amara la democracia. El concepto básico de un hombre, un voto —que suele servir para construir la convivencia— era, para el insigne poeta y diputado gaditano, algo prescindible. Sus convicciones no iban por esos derroteros, encajaban mucho mejor con una forma de gobierno fuerte y trufado de militarismo autoritario. Lo decía él mismo, que vestía con frecuencia el uniforme del requeté en sus arengas patrióticas por el frente, y lo dejó por escrito sin metáforas y sin vericuetos poéticos. En el discurso que pronunció en San Fernando el 19 de diciembre de 1936, en el homenaje al alcalde impuesto, don Ricardo Isasi Ivison (comandante de intendencia de la Armada, sublevado), no tuvo remilgos en afirmar que un Estado verdadero no puede existir sin un espíritu militar que lo impregne de virtudes castrenses: «Ricardo Isasi es un excelente alcalde —decía Pemán— porque antes fue un perfecto militar […] no hay Estado vivo y verdadero, sin un espíritu militar que lo rodee de virtudes castrenses y de vigilantes previsiones» (1). Ideas que encajaban perfectamente en el carácter militarista que definía el fascismo de la época.


 

Sin duda, Pemán debió sentirse cómodo rodeado de las virtudes castrenses de la dictadura militar que estaban perpetrando en 1936. Él prefería un gobierno en manos de militares sin honor —sin honor, digo, porque habían violado la promesa de fidelidad a la República—, rodeado de fascistas y católicos anclados en el Concilio de Trento, una élite dirigente capaz de enmendar sin miramientos comportamientos equivocados… y, por supuesto, ellos decidían cuáles eran los comportamientos equivocados sin apelar a consensos ni zarandajas democráticas. Pemán desarrolló esta idea en muchos de los discursos y artículos que perpetró durante la guerra civil. Lo dejó por escrito, se puede consultar, y estaba orgulloso de lo que decía y sentía.

Pensaba el poeta que la guerra civil del 36 era necesaria si queríamos una patria como Dios manda. Algo molesta la guerra, vale, pero necesaria. Lo dijo abiertamente ante los micrófonos de Radio Jerez el 12 de agosto de 1936 (luego se publicó extensamente en la prensa local) (2). Decía Pemán que «…bueno era que todos nos fuéramos haciendo a la idea austera de que estamos en guerra; y es necesario que esta idea se apodere de todos los espíritus para que sustituya a aquella de que vivimos un golpe militar». Explicaba más adelante que un golpe de Estado fácil y rápido habría sido demasiado barato para rescatar el tesoro que es la Patria, «…que ese tesoro tiene un alto precio, el del dolor de una guerra que por dura que sea, era necesaria y conveniente». Eso decía el insigne poeta justificando la necesidad de la guerra que ganó el general Franco y sus conmilitones.

También se prodigó don José María en propiciar la represión militar y fascista contra los vecinos de Cádiz y provincia. Ahondó el insigne poeta en la necesidad de perseguir a los republicanos que se podrían oponer a la barbarie desatada por militares, falangistas y requetés. Pemán proponía reprimir a esos españoles y tampoco lo ocultaba. Decía en su famoso artículo La hora del deber: «En una guerra civil del tipo de la que vivimos… el enemigo está en casa, pues siempre aún después de derrotado, queda enemigo conviviendo receloso a nuestro lado, emboscado en el disimulo…» (3). Y, en consecuencia, a ese enemigo conviviendo receloso a nuestro lado, emboscado en el disimulo, había que señalarlo y neutralizarlo si se quería perpetrar con éxito una patria limpia de judíos, masones y marxistas. Palabras que pudieran hacer pensar que Pemán fuera cómplice de la barbarie desplegada en la retaguardia fascista. También propuso amenazas a los que se resistieran al Glorioso Movimiento Salvador de la Patria. Decía en su arenga del 22 de agosto de 1936: «Obrero, estás a tiempo de enmendar tu camino. No te dé miedo lo que hayas sido o a donde hayas pertenecido. Ten en cuenta que el castigo para los que se oponen al movimiento salvador será seguro…» (4). A pesar de su gracejo habitual, hablaba en serio el poeta.

Pero aún llegó a ser más explícito don Jose María. Explicaba el insigne vate, con su lenguaje sencillo, que la guerra civil era la única manera de extirpar de raíz el marxismo antipatriota y nos recordaba que «…si en aquella otra guerra la Virgen del Pilar no quiso ser francesa, menos puede querer ser ahora rusa». Y añadía que esta guerra era conveniente porque España estaba cayendo «…en la languidez del marasmo marxista de los sin Dios ni Patria, hasta que el Dios poderoso del Ejército, con mano dura, pero bendita por la paz que nos traerá, nos despierta a la realidad. En el transcurso de esa guerra nos purificaremos» (5).

 No, no tenía el insigne poeta un discurso integrador para vencedores y vencidos. Unos acabarían purificados, como decía, los otros acabaron en las fosas comunes de Cádiz, San Fernando, Jerez, Puerto Real, El Puerto de Santa María, Grazalema, Conil, Marrufo, etc. Este era el Pemán que asumió la jefatura del Servicio Nacional de Primera Enseñanza en octubre de 1936… cuya labor depurativa de maestros y libros vamos a suponer conocida. Sus compañeros de la Academia Hispanoamericana de Ciencias y Artes de Cádiz decían de don José María que era «…el preclaro tribuno nacionalista como ejemplo del más vibrante patriotismo nacional» (6). Sin duda lo era.

 Don José María Pemán tenía un verbo cristalino (7): «El pueblo español ama la justicia pura…», decía. ¿Pero, qué era para Pemán la justicia pura? La que «…no se detiene en escrúpulos legalistas». Y añadía para justificar la atrocidad: «…es popular todo Régimen, todo Caudillo, todo hombre que administra paternal e inflexiblemente una amplia justicia extralegal». Semejante invitación —actuar al margen de lo legal— cayó en terreno fértil y tal reflexión, en boca de tan influyente orador e intelectual, invitó al exterminio extralegal de los que ellos llamaban genéricamente rojos, en las tapias de los cementerios de medio país. Lo que decía el insigne poeta gaditano formó parte de un discurso de odio que muchos utilizaron para justificar la barbarie que desató el fascismo en España.

 Hace pocos días, la Consejería de Cultura y Patrimonio Histórico de la Junta de Andalucía (Comisionado de la Concordia) organizó un homenaje al insigne poeta por el 40 aniversario de su fallecimiento. Se celebró en el oratorio de San Felipe Neri de Cádiz. Doña Patricia del Pozo, consejera de la cosa, dijo que Pemán reunía «valores de generosidad y concordia» y que «luchaba y soñaba por la restauración de la Monarquía y de la democracia constitucional». Dijo tal cosa como si Pemán quisiera exactamente lo que hoy tenemos en España: monarquía y democracia constitucional.

 No sé… deberíamos reírnos por la broma de la señora consejera. A carcajadas, diría. Pero es que esto es un drama. Otro drama español.

 

Nota 1 > Parte del discurso de José Mª Pemán dado en el homenaje tributado a don Ricardo Isasi Ivison, alcalde de San Fernando, celebrado en el ayuntamiento de la ciudad en diciembre de 1936. Discurso íntegro publicado en La Correspondencia de San Fernando, 21 diciembre 1936. El homenaje que San Fernando tributó el pasado sábado al alcalde don Ricardo Isasi Ivison.
Nota 2 > Alocución radiofónica transcrita en Diario de Cádiz, 13 agosto 1936.
Nota 3 > La Correspondencia de San Fernando, 22 agosto 1936. La hora del deber.
Nota 4 > Diario de Cádiz, 23 agosto 1936. Nueva conferencia de don José María Pemán.
Nota 5 > Ibídem.
Nota 6 > La Correspondencia de San Fernando, 12 noviembre 1936. Homenaje a don José María Pemán.

Nota 7 > Nota 1.


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