En San Fernando
fusilaron a hombres honrados y los tiraron en fosas comunes. Sus asesinos, decididos
defensores de la sublevación del 18 de julio de 1936, y sus cómplices
necesarios, por acción u omisión, fueron considerados personas de orden. La opinión de esas personas amorales, sobre la
moralidad pública y privada de personas sospechosas de no apoyar el alzamiento,
era prueba suficiente para que los jueces inclinaran una sentencia. La adhesión
inquebrantable al Glorioso Movimiento Salvador de la Patria, además de los
servicios —confesables o inconfesables— que prestaron al Régimen, les permitió
vivir sin sobresaltos. Las personas de
orden no fueron molestadas por las autoridades fascistas surgidas del
alzamiento y de la guerra civil que provocó. Algunos de sus nombres fueron
grabados en placas de mármol y repartidas por las ciudades a modo de ejemplo a
seguir… leyendas aún cuelgan por las esquinas como sudarios viejos y ninguno de
los gobernantes de San Fernando, hasta el día de hoy, ha tenido la dedicación
de hacer cumplir la ley, y retirarlos. Los criminales y sus cómplices no
deberían ser modelos a seguir por las nuevas generaciones (…pero, visto lo
visto, me temo que en España los fascismos se auto regeneran con placas o sin
placas en las esquinas).
D. Ramón Alba Guerrero y D. José Sánchez y Sánchez
de Movellán.
Marinos leales a la II República. Fusilados. (Cortesía de la familia)
Uno de esos
héroes asesinados y silenciados por la barbarie militar y fascista fue don Ramón Alba Guerrero, natural de San
Fernando, hijo de Ramón y Rosario. Afiliado a Izquierda Republicana, teniente
de navío de la Armada en la reserva. Estuvo destinado en Algeciras y en
Estepona como Ayudante de Marina. En los primeros momentos de la sublevación,
aprovechando que vivía en el mismo edificio, entró por una ventana en las
oficinas de Falange Española y trató de recuperar la documentación que los fascistas
habían incautado en las sedes de sindicatos, logias masónicas y partidos
políticos del Frente Popular. Lo apresaron en Algeciras por este intento o por sus
antecedentes políticos (aunque la familia asegura que lo detuvieron por ayudar
a un compañero, Luis Varela, que huía con un hermano desde Cádiz). A Ramón lo trasladaron a San Fernando y lo encarcelado en el Penal de Cuatro
Torres, Arsenal de la Carraca, donde…
«…según
manifestaciones de todas las personas que han sido consultadas, y un informe
obrante en los archivos de la comisaría informante, a dicho individuo le fue
aplicado el Bando de Guerra en San Fernando…».
Aplicarle el
bando de guerra significa —para el que no lo sepa— que lo mataron a tiros, al
amanecer, y abandonaron su cuerpo en una fosa común, sin identificación. Le
quitaron la vida porque, de una forma u otra, había dificultado el éxito de la
sublevación. Ocurrió el 14 de enero de 1937 y nadie se molestó en inscribir su
fallecimiento en el Registro Civil… tal acto habría significado reconocer un
asesinato. No lo hicieron. Tuvo que ser su viuda, doña Dª Emilia Rodríguez
Dalmau, la que instara su registro en sede judicial. Dice el documento que
falleció «a consecuencia de heridas por armas de fuego», como si las balas se
encontraran casualmente con el cuerpo del militar. Dejó un huérfano, Carlos
Ramón… Con una alta probabilidad, su cuerpo fue arrojado en la Fosa Común
número 2 del cementerio de San Fernando. Pepe Casado la describe así en su obra
“Memorias de un malnacido”:
«…fui testigo asimismo del completo [sic] de la primera
fosa común de fusilados, y antes de completarla ya habían comenzado los
sepultureros a ahondar la segunda que, afortunadamente, nunca se completó».
Llenaron la
primera fosa con los fusilados durante el periodo conocido como Terror Caliente, verano y otoño de 1936.
A Ramón le cupo el dudoso honor de ser de los últimos asesinados por aplicación
del Bando de Guerra, en enero de 1937 —a partir de ahí la represión continuó
bajo un remedo de causas judiciales que los historiadores denominan Justicia del Terror—. Por eso es muy
probable que esté enterrado en la segunda fosa que describe Casado. Fosa que
actualmente está excavando AMEDE San Fernando.
Ese 14 de enero
de 1937 asesinaron a siete hombres: Ramón Alba Guerrero (marino), Luis Cereceda
Besada (marino), Juan Gil Campos (carpintero de rivera), Juan Miralles Mateo
(carpintero de rivera), Antonio Oliva Caro (panadero), Emilio José Ordaz
Martínez (practicante) y por último, José Sánchez y Sánchez de Movellán, cuñado
de don Ramón.
Sánchez de
Movellán también era marino; condestable de la Armada, Auxiliar Segundo Torpedista,
que estuvo destinado en la Base de Submarinos de Mahón. Pasó al retiro el 3 de
octubre de 1931 y fijo su residencia en San Fernando. Dos hombres de la misma
familia, leales al juramento prestado, asesinados el mismo día frente al mismo
pelotón. Dos viudas, cinco huérfanos. Nueve víctimas directas del terror pensado
y desplegado milimétricamente en 1936.
Según fuentes
familiares, a don José le sorprendió el Glorioso Alzamiento en el Arsenal de la
Carraca. No sabemos las causas y circunstancias concretas de su detención, lo
más probable es que no secundara abiertamente la sublevación militar. Lo
encarcelaron en el Penal de Cuatro Torres, en el propio Arsenal, y fusilado el fatídico
14 de enero. Sus asesinos tampoco inscribieron su defunción. Fue su hermano
Manuel, meses más tarde, el que instó su inscripción al juez.
Todos
merecen ser recordados, pero entre ellos destaquemos hoy a don Ramón Alba
Guerrero. Si su intento de entrar por una ventana en la sede de Falange
Española —para arrebatar a los fascistas las
listas que sirvieron para encarcelar, torturar y asesinar, y para destrozar
las vidas de miles de españoles—, hubiese tenido éxito, habría evitado muchos
sufrimientos a mucha gente. Este gesto merece nuestra admiración y
reconocimiento. La Memoria de este hombre (y la de otros miles de represaliados
por el fascismo en España) trasciende al
ámbito familiar y pertenece a todos los españoles. Puesto que «…el conocimiento
por un pueblo de la historia de su opresión pertenece a su patrimonio y, como
tal, debe ser preservado con medidas apropiadas…» (1), es hora de que los
héroes salgan de las fosas, sus historias trasciendan para poder decir,
orgullosos, sus nombres y contar sus gestas. Lo merecen.
(1)
En el documento de la Naciones Unidas «Principios para la protección y la
promoción de los derechos humanos mediante la lucha contra la impunidad»
1 comentario:
Luchemos contra la impunidad
Gracias
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