ESPAÑA, 1937
En noviembre de 1936 había guerra en buena parte de España.
«Una guerra, que por dura que sea —decían Pemán—
es necesaria y conveniente». Y añadía el insigne poeta que «…la idea de exterminio y de expulsión» era lo único válido frente al enemigo. Tal vez por ideas de este tipo, en las
retaguardias se desplegó una represión feroz.
El día 13 de ese mes
alguien se introdujo en la casa de don Antonio Medina Ramos, en la calle José
López Rodríguez nº 15, de San Fernando (Cádiz), y le sustrajo un billete de
cien pesetas. Sin duda, una fortuna que habría asegurado la vida del pobre
Antonio durante los siguientes meses…
La nueva España, la
que se forjaba a fuer de músculo y tiros de gracia, tenía que ser un modelo de
ley, orden y seguridad, y no esa anarquía revolucionaria que proponía la
república de masones, rojos y ateos. Así que el juez de Instrucción de San
Fernando, señor Gallardo, ante la denuncia pertinente, abre el Sumario 119 del año 36,
por hurto. Y, cuando le toca, en mayo del año siguiente, es decir, siete meses
después de la fechoría, ordena al comandante de la Guardia Municipal de la
ciudad que se practiquen las gestiones
necesarias para la busca y rescate de un billete de cien pesetas que fue sustraído en noviembre pasado.
Inmediatamente,
los guardias municipales, en su papel de policía judicial, rastrean sus
distritos tras la pista de un billete de cien pesetas…
«En el primer distrito —decía el guardia Francisco del Cid— no dan razón de lo que manifiesta el
presente». Ni en el 2º, ni 3º, ni 4º, ni 5º, ni siquiera en el 6º distrito.
Nadie había visto un puñetero billete de cien pesetas… ¡Qué más habrían deseado todos
ellos!
Claro… ¡AHORA SE ENTIENDE
LO DE BERLANGA!
(En el Archivo Municipal de San
Fernando, Legajo 1071)
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