Parece un muñeco abandonado en la orilla. Me obsesiona
lo blanco de su piel y la inmovilidad. No se me va de la cabeza. Aylan Kurdi tenía 3 años y era tan inocente como mi
nieta. El niño sirio permanece en la retina de cada uno de nosotros. A veces, cuando
más adormilamos nos ha dejado este pobre sistema de valores, aparece un
icono visual que nos revuelve las tripas y nos coloca de nuevo entre los seres
sintientes. Y si, después del impacto, no salimos a las plazas a gritar el
crimen, el individuo que somos nos acusa de indiferencia… pareciera que
observar la escena desde la comodidad de una casa nos mutara en silentes cómplices
del crimen. ¡Y creo que lo somos! Lo somos por permitir que, en cada uno de
nuestros países, gobierne la codicia, y lo haga con nuestra venia. La inmensa
mayoría de los ciudadanos no somos como los gobiernos que dicen representarnos.
Es fácil —como diría mi amiga— elucubrar sobre lo
divino y lo humano desde la comodidad de la terraza del 44 (…hoy una palmera me
tapa la funesta visión del primer marqués de Varela, el valiente general
franquista)
— Pues, entonces: ¿A quién hay que matar,
sheriff?
Si todo se arreglara matando a un culpable —como si
fuera fácil señalar un culpable expiatorio— pero me temo que las cosas no van
por ahí. Habría que modificar todo un sistema de valores que no estima precisamente
lo humano, sobrestima los valores económicos por encima de cualesquiera otros.
Y este sistema no se deja matar. Tendríamos que ir todos a una, pero el enemigo
es hábil y poderoso, y nos fragmenta con pequeños matices, medias verdades y medias
mentiras. Siempre lo hace así, y siempre nos vence.
Mientras tanto veremos como unos hombres tratan a
otros hombres más desafortunados como a molestos insectos. No es que sean
mejores o peores, ni unos ni otros, solo tontos manejables o desafortunados. Y,
mientras tanto, el criminal sistema sigue jugando a su favor, convirtiendo en sus cómplices
a los tontos útiles como servidor.
Y eso —tontos útiles o desafortunados— lo puede ser
cualquiera de nosotros… cualquiera de los de abajo, digo. Que los de arriba
sólo pisan moquetas sin polvo, y hablan, y hablan, y hablan…
2 comentarios:
A lo mejor se podría empezar por un reparto equitativo de todo. Pienso que los que acumulan en Suiza saben la solución. Y los estafados también. Los únicos que no saben nada parecen policías y jueces.
Me temo que tienes razón, Carlos..
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