viernes, 4 de septiembre de 2015

Parece un muñeco abandonado en la orilla



Parece un muñeco abandonado en la orilla. Me obsesiona lo blanco de su piel y la inmovilidad. No se me va de la cabeza. Aylan Kurdi tenía 3 años y era tan inocente como mi nieta. El niño sirio permanece en la retina de cada uno de nosotros. A veces, cuando más adormilamos nos ha dejado este pobre sistema de valores, aparece un icono visual que nos revuelve las tripas y nos coloca de nuevo entre los seres sintientes. Y si, después del impacto, no salimos a las plazas a gritar el crimen, el individuo que somos nos acusa de indiferencia… pareciera que observar la escena desde la comodidad de una casa nos mutara en silentes cómplices del crimen. ¡Y creo que lo somos! Lo somos por permitir que, en cada uno de nuestros países, gobierne la codicia, y lo haga con nuestra venia. La inmensa mayoría de los ciudadanos no somos como los gobiernos que dicen representarnos.

Es fácil —como diría mi amiga— elucubrar sobre lo divino y lo humano desde la comodidad de la terraza del 44 (…hoy una palmera me tapa la funesta visión del primer marqués de Varela, el valiente general franquista)

— Pues, entonces: ¿A quién hay que matar, sheriff?

Si todo se arreglara matando a un culpable —como si fuera fácil señalar un culpable expiatorio— pero me temo que las cosas no van por ahí. Habría que modificar todo un sistema de valores que no estima precisamente lo humano, sobrestima los valores económicos por encima de cualesquiera otros. Y este sistema no se deja matar. Tendríamos que ir todos a una, pero el enemigo es hábil y poderoso, y nos fragmenta con pequeños matices, medias verdades y medias mentiras. Siempre lo hace así, y siempre nos vence.

Mientras tanto veremos como unos hombres tratan a otros hombres más desafortunados como a molestos insectos. No es que sean mejores o peores, ni unos ni otros, solo tontos manejables o desafortunados. Y, mientras tanto, el criminal sistema sigue jugando a su favor, convirtiendo en sus cómplices a los tontos útiles como servidor. 

Y eso —tontos útiles o desafortunados— lo puede ser cualquiera de nosotros… cualquiera de los de abajo, digo. Que los de arriba sólo pisan moquetas sin polvo, y hablan, y hablan, y hablan…


2 comentarios:

Carlos Martinez dijo...

A lo mejor se podría empezar por un reparto equitativo de todo. Pienso que los que acumulan en Suiza saben la solución. Y los estafados también. Los únicos que no saben nada parecen policías y jueces.

Miguel Ángel López Moreno dijo...

Me temo que tienes razón, Carlos..