Han enjaulado a los patos. Antes, cuando se cansaban
de su estanque —que a veces parecía una espesa sopa de gusanitos—, atravesaban
el parque con parsimonia de ánade, cruzaban la carretera y terminaban en el
estanque de la rotonda de las Tres Marinas, que tiene un agua más fresca y
limpia. Debe ser por eso. Era gracioso ver la parsimonia con que se tomaban la
migración… y la paciencia de los conductores dejándoles el paso. Luego,
al atardecer, volvían a casa.
Pero, tranquilos, que no cunda el pánico, ya están
enjaulados en su charca. Ya no son un peligro. Ya no se pueden escapar... Todo
bajo control.
Y un poco más arriba del estanque de los patos está el
busto de Blas Infante. Era once de agosto, hacía 79 años de su asesinato y los
mosquitos estaban esa mañana hambrientos de sangre humana… tan hambrientos como
aquellos falangistas que sacaron al hombre de su casa y sin juicio y sin
remordimientos lo fusilaron. Creo que hasta hoy día nadie ha pagado por tal
asesinato. Nadie, ni ejecutores físicos ni ejecutores intelectuales. Nadie.
Tres parámetros confluyen en Blas Infante: andalucista,
republicano y fusilado a discreción y sin juicio. Y de esos tres parámetros, el
que me desasosiega es el de haber sido asesinado por un grupo de salvajes
que actuaron con la simpleza que les proporciona la impunidad. Algo hay en la
impunidad criminal que me provoca una tristeza física…
…puede que no haya esperanza para los hombres porque
siempre repetimos los mismos comportamientos. Siempre.
Mi alcaldesa leyó un discurso excesivamente correcto. A
veces me parece que buscar la equidistancia es colocarse en medio de todos,
estorbando. Estábamos delante del busto de un asesinado por la barbarie franquista
pero el texto pasaba de puntillas sobre el crimen. No se ofendió la memoria de
ningún viejo asesino y/o descendiente ideológico de aquellos criminales de
camisa azul. Yo no sé si hoy día, aquí, en San Fernando, mi pueblo, alguien se
siente o se define descendiente ideológico de aquellas alimañas, pero si
existieran, el discurso no los pudo ofender porque no los señaló, nada les
recriminó. Mi alcaldesa hablo del futuro, de no utilizar la Memoria Histórica
como arma arrojadiza... y utilizó la palabra muerte para referirse a la desaparición de Blas Infante, como si la
aséptica palabra nos hiciera obviar el crimen. Muchos o pocos esperábamos que
introdujera en el discurso los conceptos de asesinato
o, al menos, fusilamiento… Pero me
parece que no fue así. Dijo que un 11 de agosto murió Blas Infante. Y, lo siento, su tibieza me dejó sorprendido.
4 comentarios:
Realmente sorprende...
Saludos
Un privilegio verte por aquí, profesor. 👍
Y bien muerto que está ese traidor, el daño que ha hecho en el Sur de la Península tardará aún años en ser enmendado.
A las cosas hay que llamarlas por su nombre. Blas Infante fue asesinado! Y los que lo hicieron son asesinos! Y los que defienden tal hecho son desperdicios de la humanidad!! Buenos dias andalucia!
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