domingo, 1 de febrero de 2015

El burro ni se entera

Es primero de Febrero, pero ha amanecido un día de primavera. Los viejos almendros, esos que están olvidados en un manchón de terreno baldío, están en flor. No sé cómo sobreviven esos árboles. La carretera que circunvala la vieja Isla de León (la actual ciudad de San Fernando) está llena de paseantes. Es un camino muy antiguo, el límite preciso y brusco entre lo urbano y lo natural. Es el camino fósil que usaron los pobladores del neolítico y del bronce. Donde los fenicios y cartagineses dejaron sus necrópolis. Y los romanos construyeron sus villas alfareras. Hoy, por ese viejo camino, se ven familias en bicicleta, señoras y señores de cierta edad caminando a paso ligero; parejas que pasean con sus perros, cuarentones trotando, jóvenes en patines… Es una agradable sensación de sociedad feliz. Qué bueno, y qué raro al mismo tiempo…

…será que aún es gratis caminar por lugares comunes y públicos.

Hay un viejo pozo junto a la rotonda que nos lleva a la playa de Camposoto. Es el pozo de la antigua Casería de Alcudia, una de tantas que poblaban la vieja Isla de León en el XVIII. Este lugar quedó arrasado en el maremoto de 1755 y apenas quedo en pie este pozo… Hace un tiempo, un sobrino mío se extrañó y comentó que ya podían haber quitado esa cosa de ahí para dejar expedita la rotonda. No hay un cartel que explique qué es y por qué sigue ahí. Y, no sé, aunque las autoridades colocaran un panel explicativo, uno se pregunta cuánto tiempo tardarían los incívicos en emborronarlo o arrancarlo, simplemente por diversión. Con la edad, con lo vivido y con lo observado, uno se vuelve pesimista respecto a lo que somos en este sur, y sobre todo, a lo que cuesta cambiar las viejas tendencias autodestructivas… pero, a pesar del pesimismo, habría que intentarlo y colocar uno y cien paneles. Hasta que los indeseables se aburran.

Luego hay un magnífico Centro de Interpretación del Parque Natural de la Bahía… muy poco visitado. Le siguen las últimas paredes de una antigua fábrica de conservas. Es de principios del siglo XX y se nutría de la almadraba y muelle llamados de San Jerónimo. Y a la izquierda, ya en terreno militar debe estar el yacimiento del Estanquillo, donde existe una necrópolis del bronce sin señalizar y oculta, para evitar las malas tentaciones de los desaprensivos que se creen con derecho a expoliar lo que es común, riqueza y patrimonio de todos.



Subiendo hacia la ermita de San Servando y San Germán, los copatrones de San Fernando (martirizados por los romanos, como es costumbre) han colocado dos tumbas púnicas encontradas en otro lugar. Tampoco tienen un cartel que explique qué son y por qué están ahí. Y es una pena porque patronos tienen todas las ciudades, pero tumbas púnicas, no.

Desde la ermita el paisaje es magnífico. Chiclana, Medina Sidonia, y hasta el Pinar de la Breña se percibe a lo lejos… Debajo, entre los árboles se ven a familias pasando un estupendo día de campo. De nuevo se me antoja que vivimos en una sociedad naif, feliz, relajada tomando el tibio sol de febrero, una sociedad despreocupada…

…detrás de la ermita pasta un asno. Tiene una de las manos atada a una cuerda más o menos larga. Y come a placer vinagrillos y cardos borriqueros. El burrito parece feliz y despreocupado bajo el tibio sol. No creo que se percate de la cuerda que lo esclaviza…

2 comentarios:

Mark de Zabaleta dijo...

Toda una reflexión...

Miguel Ángel López Moreno dijo...

...y un bonito paseo también. Un cordial saludo. Mark