Historias del Cementerio de San Carlos
Recuerdo vagamente
a Julián, hijo del comandante de marina que vivía en esa calle larga que
discurría pegada a las murallas merinidas. Era un joven alto y apuesto, con un
futuro muy prometedor en la Armada Española. De vez en cuando le veíamos aparecer
por el barrio, embutido en su uniforme de alférez de corbeta, del brazo de Cinta,
su novia, una chica de ojos verdes y soñadores que vivía más abajo, en una casa
con jardín. Cinta no cabía de gozo cada vez que Julián llegaba a Ceuta…
…pero dos meses
antes de la boda, Julián se sintió enfermo. No sé qué tipo de cáncer fulminante
le afloró que le pronosticaron muy poco tiempo de vida.
Es verdad que hay
gente extraordinaria. Se casaron en el hospital cuando el pobre no podía más. Y
lo hicieron libremente porque se amaban y porque se lo habían prometido
mutuamente. Lo hicieron a pesar de no tener futuro, a pesar de la postración, a
pesar del dolor…
Cinta no volvió a
tener compañero. Fue, y es, una viuda joven a pesar de sus cercanos setenta
años. Me gusta encontrarla de vez en cuando por la calle y recordar que hubo un
tiempo en el que compartimos el mismo barrio, en una pequeña ciudad de África.
Nunca hablamos de su circunstancia vital, y yo siempre la veo como un ser
humano extraordinario.
He recordado a Cinta
mientras leía el Libro de Defunciones del Hospital de San Carlos del año 1820. Por
aquellos años, los difuntos de ese hospital se enterraban en un cementerio que
habilitaron para sus fallecidos… aunque popularmente en San Fernando (Cádiz) se
llame a ese viejo camposanto Cementerio de los Ingleses.
Transcribo libremente
(para mejor comprensión) las dos anotaciones consecutivas que hace el capellán el
día 26 de Diciembre de 1820 sobre un matrimonio realizado in extremis, no por
amor, sino por miedo al castigo eterno a consecuencia del haber vivido amancebado
con una viuda… Tres horas y un cuarto les duró el matrimonio. Poco precio para una eternidad en la gloria celestial.
En veinte y seis
días de Diciembre de este presente año de mil ochocientos veinte, yo, fray
Manuel Rodríguez, capellán de este Hospital Militar Nacional de San Carlos,
vista la licencia que a nombre del Rey daba el señor Intendente de Marina, oído
el dictamen legal de auditor para que don Mathías Anejo y Rada, oficial segundo
retirado del Ministerio de Marina, contrajese matrimonio con doña Juana
Rodríguez, viuda de Juan de Luna, para tranquilizar de este modo su conciencia,
y no ser por eso reo ante el tribunal de Jesucristo, cuyo momento final el
mismo decía se acercaba; pasé a la sala de oficiales acompañado de los
facultativos, el señor Contador y otros señores, y explorada por mí la voluntad
del dicho don Mathías Anejo y Rada, y ver que se hallaba en cabal y perfecto
conocimiento a pesar de su gravedad extrema, desposé a la dicha doña Juana
Rodríguez con las palabras de presentes según el orden de la Santa Madre
Iglesia Católica, siendo el citado don Mathías hijo de don Felipe y de doña
María de Rada, natural de la ciudad de Burgos. Fueron testigos de dicho
matrimonio don José Hemebuise, coronel de los Ejércitos nacionales, don
Francisco Guiral, Teniente de Navío; don Antonio Sánchez, Enfermero Mayor; y
don Manuel Pedraja, Cabo de Sala. Y para que conste lo firmo en el dicho día,
mes y año up supra.
Fr. Manuel Rodríguez / Capellán de Guardia
En veinte y seis
días del mes de Diciembre de este presente año de mil ochocientos veinte
falleció en este hospital militar Nacional de San Carlos, a las once menos
cuarto de la noche, don Mathias Anejo y Rada, oficial segundo del Ministerio de
Marina de este departamento, de estado casado con doña Juana Rodríguez, viuda
de Juan de Luna, el cual se desposó a las siete y media de la noche del mismo
día; es hijo de don Felipe y de doña María de Rada, y natural de la ciudad de
Burgos. Recibió los Santos Sacramentos y testó. Y para que conste lo firmo en
fecha up supra.
Fr. Manuel Rodríguez / Capellán de Guardia
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