Pertenezco a un grupo de Facebook
preocupado por el patrimonio histórico y cultural de mi pueblo. Lo administra
persona brillante que ha sabido involucrar y liderar a un grupo de gente muy
buena. Los hay historiadores, arqueólogos, restauradores, empresarios,
escultores, periodistas, naturalistas, actores, escritores,
artistas, maestros, etc., ¡hasta un químico tienen! Todos ellos interesados en
dar a conocer el patrimonio para que se salvaguarde y repercuta en la riqueza
cultural y económica de este rincón.
Un partido político de la ciudad nos ofrece un premio
por la labor que hemos desarrollado. Es un premio que pretende “difundir valores tales como la igualdad, la
convivencia, la justicia, el respeto o la tolerancia, como pilares
fundamentales de la democracia y la ciudadanía”. Pero yo no lo tengo claro.
Ya sé que aceptarlo es el sentir mayoritario del grupo, pero...
...aceptar un premio es reconocer
la ascendencia moral del que lo otorga. Y si lo otorga un partido político, es
reconocer a la clase política en general una atribución que ni posee ni deberíamos
consentir. Me parece que la clase política no está para premiar a los
ciudadanos. No los elegimos para eso.
Y digo esto porque la clase política que
ha gobernado España en los últimos tiempos no tiene ascendencia moral sobre nadie
(y lamento decir esto porque sé que hay en política gente muy honesta que
trabaja con este injusto sambenito encima), simplemente porque la ha dilapidado
a fuer de engañar a la gente con previsibles medias verdades, con cobardes medias
mentiras, con corrupciones y corruptelas, no siendo
valientes, desvirtuando una democracia en la que muchos creíamos hasta
dejarla en una formalidad vacía de ilusión.
Somos la gente los que premiamos o
castigamos a los políticos, no al revés. Y deberíamos recuperar esta premisa
política como concepto ético. Ellos no son nuestros tutores ni deben erigirse
en jueces de nuestro comportamiento.
Me parece que la sociedad civil es la
que debe reconocer la labor de sus conciudadanos y entregar premios si así se
considera, porque si lo hacen los políticos están ofreciendo un regalo
envenenado y, aunque se les suponga buena voluntad y ninguna doblez, no deben
poner al ciudadano (o grupos de ciudadanos) en la tesitura de aceptar
regalos y reconocimientos susceptibles de obligaciones ocultas e implícitas...
entre otras cosas porque nosotros también estamos haciendo política cuando
exponemos públicamente, conocimientos, tendencias, experiencias, ideas y
críticas, todas ellas en el intento de cambiar las cosas.
Ya sé que esto se ha hecho así toda la
vida, que hemos crecido viendo cómo los alcaldes entregaban premios (siempre a
gente sumisa, por cierto), y que casi nunca nos hemos cuestionado estas
cosas, que hasta es un honor recibir un premio de los políticos de tu
pueblo, y que si no aceptamos este premio, no pasa nada, correrá bola y se
buscarán a otra gente...
Pero, no sé... aceptar un premio, subir
al escenario, componer una sonrisa, extender la mano para recogerlo y desgranar
palabras de agradecimiento se me antojan gestos de sumisión difíciles de
aceptar.
No jugar este juego sería recuperar la
normalidad, sería nuestra declaración de independencia. Un gesto
muy pequeño, pero que suma, encaminado a demostrar que es la gente la que
debería dirigir las cosas y no ser dirigidas por quienes consideran que tienen
carta blanca, cada cuatro años, para defender los intereses que no son
precisamente los de la gente que les votó.
Somos nosotros, la gente, los que tenemos que dirigir la política, y premiar o castigar cada cuatro
años... creo que eso era lo que buscábamos hace cuatro décadas, ¿no?
2 comentarios:
Completamente de acuerdo. Que baile su madre al son que ellos tocan.
¡Ole tus huevos!
Oooh! Un placer verte-leerte , viejo compañero. Un fuerte abrazo.
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