El sistema neoliberal que gobierna el planeta nos ha llevado a contradicciones perversas y ridículas. Son cosas que se ven paseando por cualquier calle del opulento occidente, en cualquier de Navidad…
…y eso me ha llevado a comprender finalmente cómo se defienden las cebras. Lo he visto con mis propios ojos. Si la manada de cebras está bien agrupada el león sólo percibe una mancha de rayas sin forma, y es incapaz de identificar un ejemplar aislado para atacarlo. Eso mismo me ha pasado esta mañana. Mi compi me ha pedido que buscara un rompecabezas para la pequeña Vega en una Gran Superficie… y sólo he visto una mancha rosácea que ocupaba toda la estantería. Me resultaba dificilísimo aislar un juguete en esa masa abigarrada de color rosa… igual que un león frente a una manada de cebras.
Y, además, a la pequeña Vega le importa un carajo si
le regalo un rompecabezas o le saco un viejo cuento de su padre como si fuera
nuevo. Hoy me parece una tontería comprar un rompecabezas por el simple hecho
de todo el mundo compra cosas, las que sean... en una vorágine de consumo
irreflexivo. No sé, me parece que cada año que pasa me voy pareciendo más
a Ebenezer Scrooge, el avaro y miserable personaje de Dickens... que hasta
se me está poniendo el mismo gesto de acritud vital. ¡Por Dios!
Esa estantería rosa llena de cosas amorfas me ha
llevado a reflexionar sobre la importancia de mimar al árbol si queremos tener
un bosque… a recordar que el individuo es el meollo de todo constructo social,
y que si nos centramos en el espejismo de lo global entonces desdibujamos al
individuo y lo reducimos a un excedente prescindible. Es justamente lo que hace
el poder financiero neoliberal que gobierna sobre las democracias formales:
convertir a las personas en peones desechables, en excluidos, en sobrantes.
¡Lo que son las cosas! Esa enorme estantería
irresoluta me ha demostrado otra vez lo ridículo y absurdo del comportamiento
que nos obligan a adoptar. Fabricamos cosas inútiles y gastamos en ello
materias primas irremplazables. Destruimos una energía que se agota y en el
proceso calentamos el planeta hasta superar su nivel de regeneración. Luego las
distribuimos por todo el mundo para que las compremos y a continuación las
tiremos a la basura. Y hacemos eso en una espiral que se acelera porque si se
detiene nos vamos directamente a la mierda. ¡De eso nos han convencido los
poderosos! Nos han adoctrinado para que pensemos que fuera de este absurdo no
existe alternativa. Y, para colmo, en el proceso se enriquecen unos pocos y quedan
excluidos de la tarta la inmensidad de individuos que participan en la
producción, distribución y venta.
Sí, el asunto es que fabricamos montañas de cosas
inútiles que sólo apreciamos los primeros cinco minutos… Estamos completamente
locos si no cambiamos esta economía suicida por otra sostenible y justa.
Y en esas reflexiones estaba cuando me entero que los
comerciantes de mi pueblo nos han invitado a hacernos “…un selfie mientras consumimos o compramos en los negocios del
centro de la ciudad”. Y el que tenga suerte ganará una cena para dos
personas. ¡Dios mío! Si los dioses existieran no podrían pasar estas cosas.
Sinceramente, no sé si reír o llorar. Entiendo que los
comerciantes de mi pueblo quieran activar las ventas frente a los grandes
centros comerciales. Están obligados a hacer estas cosas para sobrevivir. Y se
entiende si pensamos con esta lógica perversa. Pero esa comprensión y solidaridad
no quita que sea crítico con un consumo irresponsable. Este es un sistema
económico tan demencial y tan autodestructivo que pasamos por alto que hacerse
una foto mientras se consume no es un valor que merezca recompensas… al
contrario, es más bien una muestra de estulticia.
…porque
si no compramos y tiramos, y repetimos el proceso de forma ilimitada, se nos
viene abajo el tinglado. Hay que consumir cualquier cosa, no importa si es
inútil o efímero. Compramos, regalamos y cuando nos damos la vuelta, se guardan
en el cajón de cosas inútiles para tirarlas cuando se nos olvida el origen.
Compramos sin ilusión para hacer regalos que no ilusionan.
Lo sé, lo sé... Ni el señor Scrooge escribiría
con tanta acritud.
1 comentario:
Es normal sentirse amargado ante tanta estulticia.
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