martes, 19 de marzo de 2013

Cartas al viento

Mi amigo Pepe va a presentar un libro que habla de dos homosexuales que viven separados por el Estrecho de Gibraltar (“Cartas al Viento”, de Joaquina Cañadas)… y he recordado a algunos de los que vivieron en nuestro barrio, entre nosotros. De Fulanito, de Menganito, de aquel otro… Eran gente cercana, parte del barrio y de su vida cotidiana. Pero los que nacimos en mitad del siglo XX también hemos visto cosas que hoy serían inaceptables: una homofobia instalada a flor de piel. Simplemente, nos tocó vivir ese tiempo. Nadie elige el tiempo que le toca vivir, no se puede. Nadie nos ha enseñado qué pasaba con los ‘maricones de mierda’ —permítanme pronunciar las palabras que se usaban en ciertos círculos de entonces— cuando entraban en un calabozo. No lo hemos leído en libros de historia, para nosotros era la vida real y pasó hace apenas unos minutos…


También le he comentado a Pepe que cuando echo la vista atrás —a veces para recordar, otras para observar el camino que ya hemos andado— suelo buscar culpables. Y no sé si esa es la mejor forma de evocar los recuerdos. No estoy seguro porque por mucho responsable que busque, nada va a cambiar.
Pero el hecho es ese, que la evocación me lleva al reproche. Y busco culpables de la educación que recibimos, que era una educación gris, sesgada y frustrante. Busco a los culpables de la historia oficial que nos impusieron, porque era una soberbia mentira. Me suelo preguntar quienes fueron los responsables de esa España negra a fuer de sotanas que nos castró la alegría.
Pero, seguramente no hay un sólo responsable para que ese tiempo fuera como lo vivimos. Como tampoco se nos puede reprochar nuestra sumisión porque no teníamos elementos para contestar nada… Por eso también recuerdo el esfuerzo que todos los de esta generación tuvimos que hacer para escapar —con nuestros propios medios— de ese mundo inventado… Pero no todos, no nos engañemos. Porque muchos siguen bien instalados en el mismo sistema de creencias. Estos son los que siguen sin ver muertos en las cunetas, maldiciendo al ‘maricón’ de la tele y comulgando domingos y fiestas de guardar.
A veces me pregunto —sin mucha convicción, la verdad— qué España tendríamos hoy si esa generación, la que nació a mitad del XX, hubiéramos crecido en libertad, pudiendo elegir un pensamiento u otro.
Pues eso, que espero que mi amigo Pepe, cuando presente el libro de Joaquina Cañadas, recuerde el tiempo que nos tocó vivir, recuerde el camino que hemos atravesado y que, tal y como están las cosas, nunca deberíamos desandar… Él lo sabe muy bien, no hace falta que nadie le diga nada.

No hay comentarios: