Oí el sonido de terciopelo desde tres calles antes. Lo inundaba todo... y allí, junto al puente romano, me apalanqué un buen rato a disfrutar del concierto callejero.
Sopla un vientecillo muy frío sobre el Arco Romano de Córdoba, entre el Guadalquivir que baja impetuoso, y la Mezquita. Es un lugar desangelado. La gente atraviesa el arco sin arrimarse al saxofonista, por el otro extremo, como si tuvieran la misma carga eléctrica... No sé, parece que a muchos les molesta reconocer la presencia del hombre y de la música. Pasan presurosos como si no la oyeran y, sobre todo, ignorando al hombre.
Y me temo que no se dan cuenta, pero el músico no pide nada, está ofreciendo un regalo...
1 comentario:
Hola, Miguel Ángel. Soy el saxofonista de las manos heladas. Parece que voy entrando en calor. Es verdad que la gente no escucha aquí, pero tengo ya muy buenas experiencias y horas de rodaje con público que aprecia la música. Gracias por tus palabras.
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