lunes, 10 de diciembre de 2012

El aroma de las higueras


Las higueras tenían entonces un aroma dulzón y denso. Olían a verano y a desfile de hormigas. La savia era leche pegajosa y las ramas se partían con facilidad... ¡que se lo digan a Juanito, que anduvo escayolado tres meses!

Hoy me ha llegado un ramalazo de higuera madura y he retrocedido 53 años en un instante. Era el mismo aroma que flotaba en el huerto del tío Asensio, justo lo último que debió oler el pobre Pelucho. Recuerdo que al atardecer le bajé un hueso del cocido -le gustaba enterrarlos- y le rellené su lata de agua... Apenas movió el rabo cuando me reconoció y casi no levantó la cabeza. Ya no tenía fuerzas y estaba ciego. De alguna forma el niño supo que iba a morir esa noche. Le acaricié el lomo y traté de pensar en otra cosa. ¡Pobre Pelucho! Mi padre lo debió enterrar allí mismo, en el huerto del tío Asensio, junto a la higuera.

En 1960 mi padre era un joven de treinta y siete años que usaba una Vespa para ir a los dos o tres trabajos que tenía... salía por la mañana y no volvía hasta la noche, como casi todos los padres de Villajovita, ese viejo barrio de Ceuta. Y por las noches salía a buscar hierbas para los conejos que criaba en un recodo del huerto del tío Asensio. Todos los días traía varios chuscos cuarteleros de la panadería militar porque trabajaba en Intendencia, y ese era el pan que comíamos en casa. De vez en cuando aparecía con boniatos horneados después de cocer loschuscos... eran boniatos enormes, requemados, que rezumaban almíbar por los recovecos.

Como también era el cajero del Atlético de Ceuta, los domingos, después del partido llevaba a casa la recaudación de la taquilla y esparcía aquella enorme cantidad de dinero en la mesa del comedor. Al niño le encantaba ver la rapidez que tenía para contar los billetes y hacer paquetitos. Yo le ayudada a hacer montoncitos con las monedas de dos reales, las del agujero en el centro... Mi padre hizo en el patio un retrete como Dios manda, y una precaria ducha. También consiguió un bidón de gasóleo para convertirlo en depósito de agua porque en Ceuta hubo una gran escasez.

Un día llegó con un cachorrito que encontró abandonado en el cuartel de Intendencia. Una bolita de pelos que lamía mis dedos. El niño le puso Pelucho y fue su primer amigo fiel... era un mil-leches, una mezcla indeterminada de razas, pero daba igual.

El aroma dulzón de las higueras me lo ha recordado. Sí, posiblemente mi padre lo enterró al pie de la del tío Asensio. Ha pasado medio siglo desde entonces, desde que mi padre tenía que trabajar en tres lugares para sacar adelante a su familia, y aún así, a pesar de todo su esfuerzo, vivíamos en el umbral de la dignidad...

...parece que el tiempo ha pasado en balde.



No hay comentarios: