En el interior de uno de los coches, un señor abanica a una anciana de pelo blanco, derrengada en el asiento del copiloto y cierto gesto de dolor. Lo pienso mejor y vuelvo sobre mis pasos… ¿Se encuentra bien? ¿Necesita ayuda? Sorpresa en la cara del hombre. No esperaba el ofrecimiento. Antes era lo normal pero ya no suelen pasar estas cosas… Es mi suegra —dice—, tiene Alzheimer y no hay mucho que hacer. Gracias de todos modos, ¿eh? De nada, pordió.
Me siento bien y subo la escalera con ligereza, casi como una pluma. No ha costado ningún trabajo; la señora no se ha enterado de nada, y el hombre puede que sea una pizca más feliz.
En la cola de la caja, dos jovencitos llevan pan y embutidos. Les dejo pasar y me lo agradecen. Saludo a la cajera y la miro directamente a los ojos. Demasiado maquillaje tal vez, pero es mona. La pena es que tiene compuesta una carita de cansancio que la afea… Cuando finalmente me mira, mantengo la mirada un poco más de lo indispensable y ella espera que le añada algo, pero solo le sonrío… Los chicos se van y me vuelven a agradecer el gesto.
La cajera se llama Pili A. Y mientras pasa mi compra por el escáner la animo y le digo que ya queda poco para terminar la jornada… y que aquí, por lo menos, se está fresquito. Ahora sí me devuelve la sonrisa abiertamente… y, además, ya no parece tan cansada.
¡Es tan fácil hacer gestos!
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Imágenes de la serie ‘Fotos en un Tubo’: Matraz de fondo redondo y barrita de vidrio a la luz del amanecer
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