El solarium del lagartito
La pareja de ‘aviones’ (delichon urbica) ha vuelto a ocupar el nido de años anteriores. El que está bajo el porche del laboratorio. Se ve que no se aburren y que es una pareja bien avenida y fiel porque siguen juntos. Han reparado el túnel de entrada con bolitas de barro y saliva, y por ahí vuelan atiborrándose de insectos, que es lo suyo… dentro de nada la hembra pondrá sus huevos y otra generación saltará al aire y se dedicará a eso, a comer insectos... No sé, en comer insectos, poner huevos y empollarlos se les va la vida. ¿Sentirán algo equivalente al amor? Pues, posiblemente. ¿Por qué no? Deben pasarlo bien y ser bastante felices los ‘aviones`… mientras no les falten insectos —cosa que no escasea de momento— les irá bien. Me va a dar pena cuando una primavera de estas no vuelvan, la verdad.
Este año no nos ha nacido ningún lagartito… el pasado y el anterior se nos ponía un lagartito ocelado a tomar el sol de invierno en mitad del pasillo. Lo habían convertido en su solarium particular. ¡Oye, y lo hacían con insolencia! Lo que tenemos ahora es una lagartija con un rabo larguísimo, que cuando quiere escapar se resbala en el suelo del laboratorio, y por más que intenta correr, no avanza… es graciosa la lagartija, pero un poco esquiva. Los lagartitos eran insolentes, pero más confiados.
Teníamos muy abandonados los geranios, y se nos han convertido en matorrales con pocas hojas y menos flores… así que no ha habido misericordia: la poda ha sido salvaje. Veremos a ver cómo salen de esta. Lo que sí ha crecido una barbaridad, y bien, es el lentisco de la esquina. Un buen día asomó por entre los geranios y ha ganado la batalla. Esta es tierra de lentiscos… en la vieja batería de Alburquerque, en la Isla de León, había crecido uno en una grieta y se había hecho árbol. El que tenemos aquí es un arbusto frondoso e impenetrable, pero arbusto. Es tan espeso el lentisco que durante unos días de este invierno debió ser la guarida de un meloncillo (Herpestes ichneumon) que comía ratas y conejos, y dejaba los despojos ensangrentados en el porche del laboratorio… ¡una carnicería!
Hoy no quiero escuchar noticias en la radio. No sería buena idea. Me indignan y me ponen de mal humor. Prefiero trabajar en silencio con las ventanas abiertas… así oigo a los ‘aviones’, que trinan cuando llegan al nido…
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