martes, 21 de octubre de 2008

Una playa del sur. Un día de otoño. Una señora. Un amigo que llora…


No había pavanas en la playa de Camposoto. En Ceuta, la pequeña ciudad en la que nací, a las gaviotas les decimos pavanas… tal vez sea eso, que estén todas en Ceuta, jugando con el levante otoñal después del temporal...

Sí, es otoño y en esta playa del Sur no hay pavanas... en su lugar revolotean por todos lados miles de libélulas rojas y verdes. Pero eso no es romántico. Mi perro corre detrás de ellas, pero son hábiles las puñeteras y siempre escapan. Debe ser que no está hecho para cazar libélulas. Las libélulas deberían estar cerca de los ríos y lagunetas... ¿qué hacían tantas libélulas en la playa?


Es una playa singular. La llaman Playa de Camposoto y está en San Fernando (Cádiz / España) Por ella ya pasearon los fenicios hace mil ochocientos años. En el islote rocoso del fondo construyeron un templo a Melkart (la forma tiria del dios Baal) Los historiadores griegos lo denominaron Herakleión porque Heracles era el dios heleno equivalente a Melkart. En este templo, Aníbal juró odio eterno a Roma; y Julio César soñó aquí que dominaría el mundo. Más tarde, en el siglo XII, los almorávides destruyeron los restos del Herakleión. Y hoy contiene las ruinas abandonadas de una batería de cañones que nos defendió y detuvo el avance de las tropas napoleónicas a principios del XIX.

No, hoy no volaban pavanas por donde el Herakleión. Solo libélulas... y la señora solitaria arrastró su butaca sobre dos mil metros de arenas doradas para sentarse frente al viejo islote rocoso. Aceptó que la fotografiara, pero sin sonreír.

Era un día de otoño en el Sur. Mi amigo se marchó caminando hasta el fondo de la playa, el más solitario, para poder llorar a gusto y disipar su pena sin tener que dar explicaciones… siempre hay nubes grises en el horizonte, me vino a decir… si al menos fueran cirros blancos…



¿Dónde coño estarán las pavanas?




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