jueves, 18 de septiembre de 2008

Un canalla para Eme

Era canija. Tan canijilla que apenas tenía tetas. Una vez me las enseñó... pero solo era un autorretrato a carboncillo sobre papel de barba —ya me habría gustado comprobar la realidad, ya—. Y, aún así, me gustaron mucho. Pero daba igual que tuviera pocas tetas, algunos chicos (que yo sepa, por lo menos, dos) bebíamos los vientos por ella. Y eso era un problema, demasiados para un solo corazón.

Sí, algo tenía esta niña que enamoraba sin que se supiera por qué —si es que eso llega a saberse alguna vez—. Manolo buscaba excusas para dejar las clases en la universidad y venirse a Ceuta en pleno curso con tal de estar cerca de ella… y, para su desespero, servidor también.

Eme tenía melena cortita y una voz preciosa. Cantaba canciones a capela con su hermana, y eran sones que parecían cristalinos, como de agua que fluye desde una roca. Algunos chicos soñábamos despertar cada mañana con el sonido de su voz a los pies de la cama. A veces acaricié su nuca, allí donde le nacía el cabello negro… y se dejaba hacer muy quieta. Pero siempre, invariablemente, la encontré tan cercana como distante. Supe que ella buscaba esa caricia, ese acercamiento, pero que jamás pasaría de allí, de la nuca.

También me dejó saber que le gustaba mi compañía... una tarde decidimos subir al mirador de García Aldave, un lugar discreto y sin luces, desde donde se apreciaba una maravillosa vista de Ceuta. Y allí, casi en un silencio atronador, fue naciendo la noche y nos fumamos entre los dos un paquete de cigarrillos fetén... Sin un roce de manos. Sin un beso. Apenas nos sorprendimos mutuamente con alguna mirada furtiva, de las que quieren decir cosas sin palabras. Sólo eso. Me miraba con cariño y callaba. Eme había levantado un muro infranqueable delante de mis narices... es que te quiero mucho y no quiero hacerte daño, decía para justificarlo (¡…házmelo, joder, házmelo!) Yo creo que lo construyó a su pesar. También lo levantó delante de Manolo. Mi canijilla no se dio cuenta... al final debió quedar sola y presa de su propia muralla.

FALTA FOTO - CEUTA DESDE MIRADOR DE GARCIA ALDAVE

Y la vida no se detuvo. Cada uno, singladura tras singladura, conquista una derrota imprevisible. Y un desalmado, un hijo de la gran puta, de esos que quedan impunes después de su fechoría, deslumbró a mi canija. Y le fue arrancando los pétalos de margarita, uno tras otro; y los fue tirando al desagüe, sobre un vórtice que giraba y tragaba todo lo que encontraba. ¡El hijo de la gran puta! Con lo respetable que parecía el cabrón…

En estos años que han pasado, alguna vez me he preguntado qué habría sido de nuestras vidas si aquel día, en García Aldave, hubiese sido capaz de dejar al margen la buena educación y hacer con Eme lo que me pedía el instinto y el corazón, ser un poco canalla.




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