lunes, 15 de septiembre de 2008

El bosón de Higgs: confianza y fe

¡Madre mía! ¡Esto no es lo que era! Te entretienes unos años en criar a un par de hijos y cuando vuelves a la realidad te encuentras sin avisar con un montón de nuevas partículas subatómicas. El mundo es más sencillo si explicamos las cosas con electrones, protones y neutrones… Aún recuerdo cuando, a duras penas, logré medio entender la ecuación de Schrödinger.


¡Jolines! Me sentía un privilegiado… pero ahora no recuerdo ni entiendo absolutamente nada, y me parece inaudito que alguna vez haya podido entender esta cosa. Eso es prueba evidente de que el homo sapiens venido a menos está cada día más echao a perder.

Eso sí, no entenderé nada, pero percibo grosso modo la enorme belleza y armonía que hay en la Mecánica Cuántica, en la Teoría de Partículas, en la relatividad… en los límites del conocimiento, allí donde la física —en la percepción de los legos— nos parece metafísica porque hasta los físicos se quedan sin respuestas racionales... y es justamente aquí, en esta frontera del conocimiento, cuando algunos aprovechan para echarme en cara que diga lo que diga, me ponga como me ponga, tengo que tener fe (¡que empeño ponen algunos en hacerme creyente contra mi voluntad!) Y lo justifican porque no comprendo y, aún así, acepto como verdaderas y reales cosas que no puedo alcanzar ni ver ni tocar...

— Pero, capullín —les digo entonces—. No entiendo ahora porque me faltan mogollón de neuronas... pero con dedicación, tiempo y paciencia, cualquier hombre normal puede comprender hasta la mismísima esencia del bosón de Higgs.

Servidor no comprende la mecánica cuántica (entre otras miles de cosas), pero confío en la razón y en el método de los hombres para conquistar conocimientos que para mi son inalcanzables intelectual y racionalmente. Y en esa conquista de ellos percibo una tarea de enorme belleza...

Y no voy a comentar hoy qué opinión me mererece que se acepten como verdades inapelables las estupideces de un libro absurdo...


Mi hijo Álvaro me invitó a visitar esta página, y en tres minutos me explicó el contenido por teléfono. Sabía que me encantaría... y no sólo la página. Sabía que me gustaría el hecho de que otro hombre, joven y cercano —mi hijo en este caso—, fuese capaz de entenderlo. Los homo sapiens, incluso los venido a menos, tenemos esperanza... podemos entender y llegaremos a entender la creación. No necesitamos dioses ni cuentecitos infantiles.

Os la recomiendo.


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