Dicen que el Antropoceno
viene a ser la época geológica que el hombre ha generado con su actividad. La
última del Cuaternario, la época del
hombre, ese virus sobre la superficie de la Tierra que fastidia más que
otra cosa. Dicen los que piensan en estos asuntos que hemos creado lo que
llaman la noosfera, una especie de
inteligencia global humana cuya actividad es capaz de modificar la geología,
los procesos químicos y los ecosistemas planetarios… hasta el punto de hacernos
la puñeta nosotros mismos. Explican que el estrato geológico que separa el
Holoceno del Antropoceno está plagado de isotopos radiactivos provocados por
las explosiones nucleares. Ese pequeño detalle es lo que marca la transición
geológica…
…aunque lo que
vamos a dejar para el futuro —sólo por un tiempo, porque la
naturaleza lo integra todo a la larga— son continentes de plásticos y sobre
todo (atentos al dato) cordilleras de montañas de huesos de pollo. Porque tal
es la fuente de proteínas más grande jamás pensada y criada (según en dónde, porque hay muchos que pasan
hambre y ya quisieran pillar esos huesos… vale, según en dónde). Y también
dejaremos deforestaciones por talas masivas y por remojo con lluvia ácida, desiertos
nuevos, ríos contaminados hasta la muerte biológica y océanos esquilmados y convertidos
en un gel de plástico y basura. Eso dejaremos a nuestros herederos naturales: ratas,
cucarachas y demás comedores de desechos.
…desayunábamos con Alejandro y Yolanda. La perrita
nos esperaba amarrada a un arbolito. De nuevo el sol mañanero de noviembre
entraba a raudales por los ventanales de la cafetería. Lo iluminaba todo, hasta
el fondo de la cocina. Ni una puñetera nube hacía sombra al sol de otoño… y,
pese a esa extraordinaria luminosidad, todas, absolutamente todas las luces del
establecimiento seguían encendidas. Es lo que tiene el hombre del Antropoceno,
que no es consciente del despilfarro ni de la limitación de los recursos.
Quince mil
científicos de todo el mundo lo dicen, que la huella ecológica es tal que en 2016 ya superamos el límite de la
capacidad regenerativa del planeta. Es decir, que destruimos los recursos a una velocidad
superior al ritmo de recuperación natural. La Tierra ya no puede regenerar en
un año los recursos que consume anualmente esta civilización. Nos estamos auto
fagocitando y aquí seguimos mirándonos el ombligo como si nada pasara. Pero no
hace falta irse a los informes científicos, cada uno de nosotros lo percibimos en
nuestro entorno temporal…
—…nos vamos al carajo, Alejandro. Yo recuerdo que en
Ceuta, el tío Chico pescaba a pulmón meros de veinte kilos… hoy apenas quedan
meros en esas costas, ni burgaíllos, ni lapas, ni mejillones. No sé… ¿tú recuerdas
lo que os dije aquella vez que subimos al Circo de Aguas Mulas, por la Sierra
de Cazorla? ¿Te acuerdas? Tu hermano y tú tendríais once y nueve años, y os
dije solemne, con mi gorra calada y señalando con mi bastón a las cumbres: «Niños,
mirad bien este paisaje; miradlo como si fuera la última vez que lo veis…
porque dentro de poco no existirá». Ni puñetero caso me hicisteis, seguro.
— Bueno, no sé si fue esa vez —confesó Alejandro—,
pero te recuerdo así muchas veces, padre…
El Circo de Aguas
Mulas ardió hace unos veranos. Este otoño se quemó Chandrexa de Queixa, en
Orense, otro santuario natural que pateamos y respiramos en su momento. En el
transcurso de una vida se han extinguido cientos de recovecos maravillosos de cientos
de lugares del planeta. Dicen los que saben de estas cosas que «…los
registros geológicos muestran que los niveles actuales de CO2
corresponden a un clima que se observó por última vez en el Plioceno Medio
(hace entre 3 y 5 millones de años), un clima que era unos 2 ó 3°C más cálido,
donde los mantos de hielo de Groenlandia y de la Antártida Occidental se
fundieron e incluso desapareció parte del hielo de la Antártida Oriental, lo
que provocó que el nivel de los mares subiera entre 10 y 20 metros por encima
del actual». Eso dice el informe anual de la Organización Mundial de
Meteorología. O sea, que es cuestión de tiempo que pesquemos besugos desde las
laderas del Mulhacén… si es que entonces quedan hombres y besugos.
—Joder, entre eso y
la sequía se te quitan las ganas de tó.
—Tristeza… esos pantanos
vacíos. Que eran mares que daba gusto verlos y ahora son mierdecillas de barro.
—Pero lo que acojona
es ver los pueblos que salen del fondo. Que parecen muertos vivientes…
— ¡Ya mismo están sacando a los santos para pedir
lluvias! Ya veréis. Como en la Edad Media.
— No sé, pareja… os ha tocado vivir un mal
momento. Todo parece ir en contra de vuestro futuro, el clima, la sociedad, la
economía… No tengáis hijos, pordió.
— No, padre, no los tendremos.
Yolanda estuvo de
acuerdo. La perrita movió la cola…
…también estaba
triste.
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