No considero que Ada Colau sea una indeseable por pedir a los militares que abandonen el Salón de la
Enseñanza de Barcelona. Queridos
amigos, no me gustan ni las patrias ni las banderas ni los
ejércitos. Me parece que ninguno de estos
asuntos debería estar por encima de la persona. Puede que la única patria que
me llegue al corazón sea el barrio de mi niñez. Pero es ahora, a mis años,
cuando lo comprendo mejor…
…y a pesar de estos desamores, toda mi vida
profesional ha transcurrido al servicio de la Armada Española, y lo hice con
lealtad. En ese tiempo he estado totalmente imbricado en ella. He visto cómo la
Armada se transformaba, y pasaba, recién muerto el dictador, de estar dirigida
por militares arrogantes y endogámicos a estar organizada por personas
preparadas y enraizadas en la gente, al margen de élites familiares de largos y
compuestos apellidos (aunque de todo haya). Yo no utilicé uniforme, pero mi
lealtad fue, y sigue siendo, sincera y llegué a sentirme parte integrante de la
Armada Española. Pero eso no impide que sea (que deba ser) crítico con lo que
aprecio, y a reconocer el derecho y la oportunidad a que otros critiquen los
ejércitos, las patrias o las banderas, sin que por esta actitud merezcan ser
tachados de indeseables. Discrepar no sólo es un derecho, es ante todo un deber
y una forma de honestidad.
A los ejércitos hay que criticarlos cuando no estén en
su lugar —como ha ocurrido en España durante todo el siglo XIX y parte del XX—,
es decir, cuando no estén bajo la discreción del poder democrático de la gente,
que es de donde surgen y a quienes se deben… Y Ada Colau y el ayuntamiento de
Barcelona son ese poder democrático que prevalece por encima de los ejércitos.
Otro asunto seria decidir si ese poder democrático es real o un remedo de
gobierno del pueblo, que tampoco lo descarto.
El que se crea propietario en exclusiva del concepto
de patria y bandera tiende a tener la sensibilidad de un fascista. Y, por
supuesto, nadie me tiene que enseñar qué es patriotismo ni qué es lealtad a una
bandera, ni tampoco me tienen que enseñar qué es el respeto a una institución
como el ejército… aunque no me gusten tales amores. Y no me gustan porque, la mayoría de las veces que veo expresados esos
conceptos en mis amigos, solo son poses y estereotipos enseñados para adocenar
a gente buena y bienintencionada.
NO se ama a tu patria y a tu bandera insultando a una
alcaldesa que cumple con un mandato institucional, se ama a tu patria peleando
por sus instituciones si son democráticas, cumpliendo sus leyes y criticándolas
para cambiarlas si las consideras injustas o interesadas; desde dentro de las
instituciones y desde fuera de ellas, en las calles y plazas, no solo
vitoreando a los uniformados en un desfile.
Por supuesto que los ejércitos son parte esencial de
las sociedades organizadas —entendidos los ejércitos y las fuerzas de seguridad
como el grupo de ciudadanos armados que nos defienden, incluso nos auxilian con
funciones de servicios sociales—, porque es a ellos a los que cedemos
libremente el ejercicio de la violencia
justa. Pero no olvidemos que la existencia y la necesidad de tenerlos es un
fracaso del ser humano. La existencias de los ejércitos y fuerzas de seguridad
de los estados no son valores añadidos… son una rémora, una consecuencia de
nuestra peor condición. Y
dicho esto, no resto ni un solo ápice de reconocimiento a los hombres y mujeres
que trabajan en nuestros ejércitos y fuerzas de seguridad, porque muchísimas
veces son auténticos héroes y porque sin ellos la realidad diaria sería un
caos.
Si ese particular concepto de patriotismo y amor a la
bandera lleva a mis amigos a llamar impresentable a Ada Colau, están
demostrando —me parece a mí— que aman unos conceptos poco elaborados. Ser
crítico con lo que yo aprecio, en este caso con una ubicación inoportuna del ejército,
NO es ningunearlo. Tengo amigos y familiares que lloran de emoción cuando ven a
la Legión levantar un Cristo en Semana Santa y nunca les he dicho que eso me
parezca más propio de un circo que de un ejército serio. Eso, hacer que
nuestros soldados hagan malabares con el fusil para provocar el aplauso fácil,
sí es ridiculizar al ejército. Y nunca lo he dicho porque tengo miedo de su
reacción. Creo que patriotismo y amor a tu bandera son otra cosa…
…y, me temo que ese es el único concepto de patria y
bandera que tienen algunos de mis amigos.