jueves, 17 de marzo de 2016

Discrepar es honesto

No considero que Ada Colau sea una indeseable por pedir a los militares que abandonen el Salón de la Enseñanza de BarcelonaQueridos amigos, no me gustan ni las patrias ni las banderas ni los ejércitos. Me parece que ninguno de estos asuntos debería estar por encima de la persona. Puede que la única patria que me llegue al corazón sea el barrio de mi niñez. Pero es ahora, a mis años, cuando lo comprendo mejor…

…y a pesar de estos desamores, toda mi vida profesional ha transcurrido al servicio de la Armada Española, y lo hice con lealtad. En ese tiempo he estado totalmente imbricado en ella. He visto cómo la Armada se transformaba, y pasaba, recién muerto el dictador, de estar dirigida por militares arrogantes y endogámicos a estar organizada por personas preparadas y enraizadas en la gente, al margen de élites familiares de largos y compuestos apellidos (aunque de todo haya). Yo no utilicé uniforme, pero mi lealtad fue, y sigue siendo, sincera y llegué a sentirme parte integrante de la Armada Española. Pero eso no impide que sea (que deba ser) crítico con lo que aprecio, y a reconocer el derecho y la oportunidad a que otros critiquen los ejércitos, las patrias o las banderas, sin que por esta actitud merezcan ser tachados de indeseables. Discrepar no sólo es un derecho, es ante todo un deber y una forma de honestidad.

A los ejércitos hay que criticarlos cuando no estén en su lugar —como ha ocurrido en España durante todo el siglo XIX y parte del XX—, es decir, cuando no estén bajo la discreción del poder democrático de la gente, que es de donde surgen y a quienes se deben… Y Ada Colau y el ayuntamiento de Barcelona son ese poder democrático que prevalece por encima de los ejércitos. Otro asunto seria decidir si ese poder democrático es real o un remedo de gobierno del pueblo, que tampoco lo descarto.

El que se crea propietario en exclusiva del concepto de patria y bandera tiende a tener la sensibilidad de un fascista. Y, por supuesto, nadie me tiene que enseñar qué es patriotismo ni qué es lealtad a una bandera, ni tampoco me tienen que enseñar qué es el respeto a una institución como el ejército… aunque no me gusten tales amores. Y no me gustan porque, la mayoría de las veces que veo expresados esos conceptos en mis amigos, solo son poses y estereotipos enseñados para adocenar a gente buena y bienintencionada. 

NO se ama a tu patria y a tu bandera insultando a una alcaldesa que cumple con un mandato institucional, se ama a tu patria peleando por sus instituciones si son democráticas, cumpliendo sus leyes y criticándolas para cambiarlas si las consideras injustas o interesadas; desde dentro de las instituciones y desde fuera de ellas, en las calles y plazas, no solo vitoreando a los uniformados en un desfile.

Por supuesto que los ejércitos son parte esencial de las sociedades organizadas —entendidos los ejércitos y las fuerzas de seguridad como el grupo de ciudadanos armados que nos defienden, incluso nos auxilian con funciones de servicios sociales—, porque es a ellos a los que cedemos libremente el ejercicio de la violencia justa. Pero no olvidemos que la existencia y la necesidad de tenerlos es un fracaso del ser humano. La existencias de los ejércitos y fuerzas de seguridad de los estados no son valores añadidos… son una rémora, una consecuencia de nuestra peor condición. Y dicho esto, no resto ni un solo ápice de reconocimiento a los hombres y mujeres que trabajan en nuestros ejércitos y fuerzas de seguridad, porque muchísimas veces son auténticos héroes y porque sin ellos la realidad diaria sería un caos.



Si ese particular concepto de patriotismo y amor a la bandera lleva a mis amigos a llamar impresentable a Ada Colau, están demostrando —me parece a mí— que aman unos conceptos poco elaborados. Ser crítico con lo que yo aprecio, en este caso con una ubicación inoportuna del ejército, NO es ningunearlo. Tengo amigos y familiares que lloran de emoción cuando ven a la Legión levantar un Cristo en Semana Santa y nunca les he dicho que eso me parezca más propio de un circo que de un ejército serio. Eso, hacer que nuestros soldados hagan malabares con el fusil para provocar el aplauso fácil, sí es ridiculizar al ejército. Y nunca lo he dicho porque tengo miedo de su reacción. Creo que patriotismo y amor a tu bandera son otra cosa…


…y, me temo que ese es el único concepto de patria y bandera que tienen algunos de mis amigos.

jueves, 3 de marzo de 2016

Busca y rescate de un billete de cien pesetas

ESPAÑA, 1937

En noviembre de 1936 había guerra en buena parte de España. «Una guerra, que por dura que sea —decían Pemán— es necesaria y conveniente». Y añadía el insigne poeta que «…la idea de exterminio y de expulsión» era lo único válido frente al enemigo. Tal vez por ideas de este tipo, en las retaguardias se desplegó una represión feroz.

El día 13 de ese mes alguien se introdujo en la casa de don Antonio Medina Ramos, en la calle José López Rodríguez nº 15, de San Fernando (Cádiz), y le sustrajo un billete de cien pesetas. Sin duda, una fortuna que habría asegurado la vida del pobre Antonio durante los siguientes meses…

La nueva España, la que se forjaba a fuer de músculo y tiros de gracia, tenía que ser un modelo de ley, orden y seguridad, y no esa anarquía revolucionaria que proponía la república de masones, rojos y ateos. Así que el juez de Instrucción de San Fernando, señor Gallardo, ante la denuncia pertinente, abre el Sumario 119 del año 36, por hurto. Y, cuando le toca, en mayo del año siguiente, es decir, siete meses después de la fechoría, ordena al comandante de la Guardia Municipal de la ciudad que se practiquen las gestiones necesarias para la busca y rescate de un billete de cien pesetas que fue sustraído en noviembre pasado.

Inmediatamente, los guardias municipales, en su papel de policía judicial, rastrean sus distritos tras la pista de un billete de cien pesetas…

«En el primer distrito —decía el guardia Francisco del Cid— no dan razón de lo que manifiesta el presente». Ni en el 2º, ni 3º, ni 4º, ni 5º, ni siquiera en el 6º distrito. Nadie había visto un puñetero billete de cien pesetas… ¡Qué más habrían deseado todos ellos!


Claro… ¡AHORA SE ENTIENDE LO DE BERLANGA!


(En el Archivo Municipal de San Fernando, Legajo 1071)