viernes, 4 de diciembre de 2015

Un estorbo para las élites

Somos demasiados en el planeta. Este sistema de economía globalizada y salvajemente liberal genera una pequeña élite mundial de privilegiados que, para mantener su insultante bienestar, necesita una enorme masa crítica de consumidores pobres, sumisos y obedientes… pero superada esa masa crítica, el resto sobra porque no es rentable mantenerlos vivos.



[…sobran, porque son prescindibles, los trabajadores que murieron en el derrumbe de fábricas en la India y Bangla Desh… que fabricaban ropa para marcas occidentales. Sobran los refugiados sirios que huyen de la masacre y sobran todos los negros de África que huyen de la hambruna, etc., etc., etc. El sistema de economía global se alivia con la desaparición de las enormes masas de personas molestas…]

Somos un estorbo para esas élites porque, además, más temprano que tarde nos convertiremos en un peligro para todos ellos, es decir, para el propio sistema (es una constante histórica)… e intentarán por todos sus medios —y son muchos y poderosos— que nunca tomemos conciencia de dos cosas: de la injusticia intrínseca del tinglado que nos ningunea y de nuestro inmenso poder potencial.

Se ríen cuando nos expropian los derechos conquistados durante todo un siglo de luchas. Nos humillan cuando degradan nuestra condición de hombres libres con trabajos esclavos y precarios que nos convierten en lobos con los de nuestra misma clase. Nos observan, encantados de su poder, cuando peleamos entre nosotros por trabajos y salarios cada vez más insultantes…  Nos insultan y nos desafían cuando convierten nuestros Estados, cuya función fundamental sería amparar a la gente y procurar la igualdad de oportunidades, en canchas para hacer negocios y sálvese quien pueda.

Yo no sé quiénes deben decidir el número de habitantes que la Tierra puede permitirse para la supervivencia de la civilización (tampoco sé si lo merecemos) Seguro que ese número es función de numerosos factores que se me escapan. Pero creo no equivocarme si todo pasa por tomar conciencia de los límites del planeta y, sobre todo, por limitar la codicia de los que ya son inmensamente poderosos y su egoísmo les impide ver los peligros inminentes de un crecimiento (demográfico y económico) sin control… Ese número máximo de hombres sobre la Tierra también es función de una mínima dignidad repartida entre todos nosotros. Y ese es el problema, que el reparto de dignidad en el  planeta no es rentable para los poderosos.

Y esa tarea, como de costumbre —porque los poderosos nunca regalan nada—, habrá que hacerla a sangre, fuego y guillotina. Es la historia, amigo. Uno no inventa nada nuevo.


El 20 Diciembre 2015, en España, NO VOTARÉ a los que jueguen para este sistema de valores. 

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