Hay en San
Fernando, a orillas de la Bahía de Cádiz, muy cerca de la llamada Casería de
Osio, un viejo cementerio abandonado pero lleno de historia y de héroes. Es otro
ejemplo del patrimonio histórico de San Fernando que se cae a trozos mientras
miramos. Hoy día este camposanto es un sitio histórico declarado Bien de Interés Cultural (BIC) desde que la Junta de
Andalucía lo incluyó en el ‘Legado Patrimonial de los Lugares de las Cortes y
la Constitución de 1812’ con el nombre de Cementerio
de los Ingleses. Pero no solo eso, la Junta de Andalucía también lo ha
incluido en el ‘Mapa de las Fosas de las Víctimas de la Guerra Civil y
Posguerra’.
Pero no nos
engañemos, tales cosas significan muy poco. La realidad es que los viejos muros
se desmoronan día a día, y los escombros y las basuras proliferan en proporción
directa al incivismo de algunos. Y nos tememos que así sigan las cosas mientras
las autoridades civiles y militares, y nuestros representantes políticos, no
sepan cómo alinear las competencias de tantas administraciones con los
intereses de muchos ciudadanos. Para la gente no es fundamental saber si es
Defensa, o la Junta, o el Municipio, o los gestores del Parque Natural, los de Costas,
o los del Plan Litoral los que tienen que intervenir, o son todos a la vez. Es
probable que lo que mucha gente quiera —simplemente porque es otra singularidad
que añadir a la ciudad— es que el llamado Cementerio
de los Ingleses se recupere para San Fernando. Para esas cosas elegimos a
nuestros representantes, para que piensen, propongan, hagan y rematen, en lugar
de poner excusas y acusar a los diablos de Sevilla o Madrid de pinchar con sus
tridentes a los isleños… Ya somos mayorcitos como para soportar la misma excusa
día tras día. Ni en Sevilla ni en Madrid, ni en San Fernando hay diablos, lo
que hay son hombres incapaces de rematar los asuntos de la Isla.
Es un cementerio
extraño. Por no tener, no tiene cruces, ni lápidas, ni tumbas, ni capilla, ni
mausoleos… Sólo tiene un muro y un pórtico singular. Tampoco tiene un nombre determinado.
La falta de historiografía para este camposanto ha propiciado que, según el
criterio que utilicemos, se le denomine de una forma u otra.
Por su origen y
dependencia administrativa debería llamarse Cementerio
del Hospital de San Carlos, o simplemente de San Carlos. Ese es su origen, un camposanto asociado al hospital
que se estableció en el convento de los Franciscanos de la Población de San
Carlos. Ocurrió en febrero de 1809 y se dotó inicialmente para atender
sanitariamente a los franceses prisioneros en los pontones. Al mismo tiempo se
acotó y amuralló un solar de 87 por 32 metros en la playa de la Casería para
enterrar a los prisioneros fallecidos en el nuevo hospital, para los españoles caídos
en la defensa de las Islas Gaditanas y, en general, para los fallecidos en la población
militar. Desde octubre de 1812, los del Arsenal de la Carraca también fueron
enterrados en nuestro cementerio.
Por su ubicación
geográfica podría llamarse Cementerio de
la Casería de Osio o de la playa.
La procedencia de los finados también ha propiciado otras denominaciones
válidas: Cementerio Militar, Cementerio de los Franceses, de los Ingleses
o de los Soldados.
Cementerio de los
franceses
porque, como ya se ha dicho, los primeros pacientes del nuevo hospital de la
Población de San Carlos y, en consecuencia, los primeros fallecidos y
enterrados en este camposanto, fueron franceses apresados tras las batallas de
la Poza de Santa Isabel y Bailen. Todos ellos enfermos que procedían de las
prisiones flotantes que se fondearon en mitad de la bahía de Cádiz.
Hay quién lo
denomina Cementerio de los Soldados,
porque militares eran los residentes en la Nueva Población de San Carlos, y los
pacientes atendidos y fallecidos en su hospital también lo eran. Téngase en
cuenta que durante el siglo XIX, la Isla de León soportó un elevado número de
tropas, tanto acantonadas como en tránsito hacia ultramar. Por tanto, militares
enfermos, heridos, epidemiados, accidentados o ajusticiados no le faltaron al
Hospital de San Carlos, todos ellos potenciales usuarios del cementerio que nos
ocupa.
Cementerio Militar es como lo cita José Casado Montado en su trabajo “Trigo Tronzado”,
donde describe la represión fascista en San Fernando durante la Guerra Civil y
posguerra.
Sin embargo, la denominación que ha tenido más
éxito —y la menos afortunada porque posiblemente nunca se inhumara un solo
inglés en su solar— ha sido Cementerio de los ingleses. Debió ser creencia popular que en él eran enterrados estos aliados
fallecidos en defensa de la Isla durante el asedio napoleónico de 1810 a 1812,
pero muy posiblemente es errónea. Los ingleses fallecidos en los hospitales que
establecieron en la Isla se enterraron, hasta 1813, en una zona específica del
cementerio de Casa Alta.
Podríamos
considerar oportuno que pasara a la historia como Cementerio de los Franceses. Sería un postrer desagravio a los
primeros enterrados en este cementerio en febrero de 1809, por los enormes
sufrimientos que padecieron en su cautiverio. Las autoridades españolas no
cumplieron con las condiciones pactadas en la rendición francesa tras las
batallas de la Poza de Santa Isabel y Bailen. Nunca encontraron la manera, la
voluntad o la oportunidad de repatriar los prisioneros a su país y mientras
duró la guerra permanecieron en cautividad. Primero, enclaustrados en pontones
insalubres, anclados en mitad de la bahía de Cádiz, donde padecieron enormes
penurias y enfermedades atroces. Faltos de agua, comida y atención médica, una
inmensa mayoría murió y un número indeterminado de ellos fueron enterrados en
el Cementerio de los Franceses entre
febrero de 1809 y febrero de 1810. En la primera mitad de 1809 los más
afortunados fueron deportados a las Islas Canarias, pero más de cinco mil
prisioneros franceses acabaron en el islote balear de Cabrera donde continuaron
sufriendo un verdadero calvario. Una infamia histórica que ha permanecido
prácticamente oculta en España hasta hoy mismo (Lourdes Márquez Carmona recupera estos
vergonzosos episodios históricos en “Recordando un
olvido: Pontones Prisiones en la Bahía de Cádiz. 1808-1810”) Por eso creemos que es una muestra de generosidad (a pesar del inhumano
comportamiento que demostraron las tropas del general Dupont a su paso por
Andalucía) que este cementerio recordara de alguna manera el sufrimiento de los
prisioneros franceses.
Pero la realidad
de los datos es que nunca tuvo un nombre determinado. Los documentos primarios
siempre lo citan —cuando lo citan— como cementerio
o camposanto del Hospital de la nueva
Población de San Carlos, extramuros de la Real Isla de León. No hay nombre
oficial para este cementerio isleño. Lo más cercano a la realidad sería, por
tanto, nombrarlo Cementerio de San Carlos.
Decir que las
viejas piedras de un cementerio están ligadas a la muerte no es decir gran
cosa… pero en este caso, creemos que sí, que sus primeros muertos (los
maltratados prisioneros franceses) y posiblemente sus últimos muertos (asesinados
en la Guerra Civil) tienen una trágica historia que debería ser recordada y
mantenida. Y nada mejor para ello que esos viejos muros, adecentados y en pie.
Por eso hemos iniciamos
estas notas, para recordar y para intentar que la ciudad de San Fernando no
pierda otra parcela de su memoria. No son las piedras en sí, son las
historias que atesoran y que enriquecen el alma de la ciudad. Los muertos lo
merecen, máxime si muchos de los que allí reposaron dieron su vida en la Guerra
de la Independencia, defendiendo los paisajes de su niñez, las historias de sus
mayores o las tradiciones de su pequeña aldea. Muchos de los enterrados en este
cementerio murieron por una patria que compartieron con nuestros abuelos, y
posiblemente haya otros muertos en sus alrededores que nunca debieron estar allí,
porque los mataron sin otra excusa que la de disentir. También por ellos hay
que recordar… y por ellos deberíamos mantener en pie el viejo cementerio.
2 comentarios:
Revelador! Para cuando un plan de turismo histórico en San Fernando?
En eso estamos...
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