viernes, 7 de noviembre de 2014

Un asa de plástico en la basura

Una persona que escuche Hey Jude no puede mala gente. Llevaba los pinganillos sobre los hombros, a toda pastilla, por eso me llegaron los compases de McCartney al pasar... ese se va a quedar sordo antes de los cuarenta, sentenció mi compi. Y si tiene razón -que la suele tener-, al chico le deben quedar unos veinte años de audición sana.

Cargaba un paquete de seis botellas de agua, a litro y medio cada una, son un mínimo de nueve kilos... sujetos por un asa de plástico que se rompió. Las botellas rodaron por el suelo otoñal y el chico se quedó sorprendido con el asa de plástico en la mano...

Ese día soplaba levante en la Isla de León, y cuando eso ocurre, las calles se llenan como por ensalmo de plásticos arremolinados en cualquier sitio. No sé cómo ocurre, pero es rolar a levante y, donde antes había una relativa pulcritud, de inmediato se colma de basura. Y como, además, es noviembre, las hojas secas llenaban las aceras de la vieja ciudad.


Y si es cierto que el dinero llama al dinero, la basura también llama a la basura... Podemos poner empeño en no ensuciar un lugar limpio, pero no merece la pena esforzarse cuando nos rodea el desorden y la suciedad. La acera estaba hecha un estercolero. Volaban bolsas de plástico, hojas secas, papeles de periódico desestructurados, servilletas de la cafetería. ¿Qué más da añadir un asa de plástico a tal maraña?

Me quedé mirando al chico de los pinganillos por el hombro. Desde la relativa distancia, oí a McCartney comenzar el éxtasis final de Hey Jude... ¿Qué hará el chico con el asa de plástico? Le di un codazo a mi compi y le dije: lo va a tirar al suelo, lo va a tirar...

El chico se colocó los pinganillos en las orejas, se metió el asa de plástico en el bolsillo y recogió las botellas…

Na-naaa, na-na-na-na-NAAA… Hey Jude.

Ya digo, una persona que escuche esto no puede ser mala gente. ¡Aún hay esperanza!

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