La lluvia torrencial había arrastrado las algarrobas calle abajo. Es lo que suele pasar con esto de la gravedad, que las cosas tienden a una posición de energía mínima… y eso está abajo, al final de la cuesta.
Sí… Ubrique tiene muchas cuestas porque se asienta en la ladera de una formación rocosa preciosa. En mitad de una de las calles, además de las algarrobas empapadas en agua, encontré un tiesto apuntalado para recuperar la horizontalidad. La yuca mantenía la vertical gracias a la ayuda humana.
…y recordé aquella otra maceta en Vejer de la Frontera, donde el tiesto abandonado en la cuesta me demostró la belleza del geotropismo positivo. El lentisco crecía vertical a pesar de la calle empinada… sólo era cuestión de tiempo y paciencia que la planta recuperase la orientación correcta.
Y, no sé… hay millones de cosas que el hombre no puede cambiar. Leyes que no podemos violentar —tenía razón Albert, ni Dios juega a los dados con el Universo—. Hay un equilibrio que, a pesar de los hombres, la naturaleza alcanza con nosotros o sin nosotros… porque somos muy pequeños. Y se nos olvida.
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