No me gustan las patrias impuestas. Y aún menos cuando enarbolan sus banderolas al viento; cuando hacen desfilar a sus jóvenes en apretados escuadrones, moviéndolos al unísono, como autómatas, sin pensamiento propio. Me avergüenza que se manipule a la gente hasta hacerla llorar con un espectáculo de poder bélico, de banderas y músicas…
Tal vez el paisaje de la niñez sea la única patria noble
Hablo de las patrias que nos enseñaron en los libros de texto, que son patrias amañadas por nacionalistas. Patrias metidas en el corazón a golpe de mentira. Patrias inventadas con historias rediseñadas a medida, y héroes de pacotilla que si levantaran la cabeza no se reconocerían a sí mismos. Son patrias diseñadas por nacionalismos al margen de la gente sencilla, diseñadas a beneficio de intereses de una clase que usa el territorio humano como cortijo propio… Son intereses que tratan de convencernos de que somos distintos de nuestros vecinos y que, por tanto, tenemos otros derechos…
Los patriotas nacionalistas que actúan en nombre de su pueblo, que buscan más derechos para su gente por encima de otros pueblos, son muy peligrosos… porque los derechos son algo inherente a los individuos, no a las naciones. Cuando un pueblo es convencido de tener “sus derechos”, se enaltece y acaba pensando que “los otros” son distintos, y que esos otros le disputan cualquier cosa. Nos ha ido muy mal a los hombres por esos caminos. Los individuos acabamos entendiéndonos porque, vivamos donde vivamos, sufrimos las mismas adversidades… pero los pueblos, inevitablemente, acaban inventando enemigos para seguir manteniendo su identidad.
Los patriotas –nacionalistas excluyentes- son gente muy peligrosa… se creen en el derecho de hacer cosas horribles en nombre de la gente que llora viendo un desfile de jóvenes con banderas. Yo prefiero al individuo que colabora con su vecino…
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