En Tarifa sopla hoy viento del sur. Llegan ráfagas ardientes, a veces son insufribles, pero a la chica del norte no parece molestarle. Viste de blanco, posiblemente lino. Es una tela arrugada en forma de pantaloncitos y blusa… no usa nada más. Piel dorada, como de melocotón; y el pelo corto, casi blanco. El probador tiene una cortina doble, pero la luz del interior la convierten en un lienzo de sombras chinescas. La chica del norte se desviste y se observa en el espejo.
Posa para ella misma… de un lado, de otro. También hace un par de movimientos de baile. Se gusta. También se gustaría desde el otro lado de la cortina. Se prueba un vestido de colores sobre la piel desnuda. Resbala y encaja, parece hecho para ella. No tiene quien la mire ni quien reafirme su belleza, por eso descorre la cortina, se separa del espejo, sale del probador y se mira de soslayo desde la izquierda; ahora desde la derecha. Le hago un gesto muy leve con la cabeza cuando se cruzan las miradas… ‘yo creo que sí’ le vengo a decir. Ella se mira de nuevo y confirma con un gesto.
De nuevo la cortina es un lienzo de sombras chinescas. Se desnuda y se observa en el espejo mientras la silueta posa para mí a través de la tela…
En Tarifa. Es una chica del norte. Tiene piel de melocotón. Está detrás de la cortina de un probador… Es una noche cálida de agosto.
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