Ellos me pidieron que respetara sus creencias, y las hice mías. Me pidieron que compartiera con ellos mis secretos más íntimos, y los compartí. Me dijeron que una virgen parió y siguió virgen, y les creí. Me explicaron que tres dioses eran uno solo y no traté de entender, simplemente lo dejé estar. Me dijeron que todos los domingos había que escucharles en silencio y les escuché. Me pidieron que ejerciera de cordero de Dios, y ejercí humildemente. Me indicaron diez mandamientos para cumplir, y casi los cumplí… y que Dios lo veía todo para premiar con el cielo o castigar en el infierno (¡madre mía, cómo me asusté entonces! …porque lo mío estaba claro)
En resumidas cuentas, me exigieron que desnudara mi entendimiento para comprender solamente a su través. Y lo hice por un tiempo. Por supuesto que lo hice.
Hasta que los mandé al caraxo, claro —era cuestión de tiempo— por rancios, casposos y castradores.
¡Con la de cosas maravillosas que hay al margen de esta gente... y perder media vida escuchándoles!
En resumidas cuentas, me exigieron que desnudara mi entendimiento para comprender solamente a su través. Y lo hice por un tiempo. Por supuesto que lo hice.
Hasta que los mandé al caraxo, claro —era cuestión de tiempo— por rancios, casposos y castradores.
¡Con la de cosas maravillosas que hay al margen de esta gente... y perder media vida escuchándoles!
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