miércoles, 24 de septiembre de 2008

Espacio (fuera de sitio) y Tiempo (fuera de hora)


Cavilaba servidor en la Plaza de San Antonio (Cádiz), sentado en uno de los bancos de piedra. En frente, en el Casino Gaditano, los invitados a la boda bailaban, fumaban y disfrutaban de la barra libre. Entre ellos había una chiquilla encantadora… pensaba en ella, en Marilisa. Sí, Marilisa, ¿por qué puñetas no decir su nombre? Eso es lo que pasaba, que a mis cincuenta y seis años, casado, bien avenido y con dos hijos casi de su edad, ¡estaba pensando en una criatura de treinta y uno que acababa de conocer y que tal vez no vuelva a ver en mi vida!

Y llegó mi sobrino Manolo, de veintiséis; y se sentó en el banco de piedra, frente al Casino Gaditano, para recuperar el resuello… ¿En qué piensas, tío? Tentado estuve de contestar lo usual, que no pensaba en nada en concreto, pero no lo hice …Pues mira, te lo voy a contar: Pensaba en esta chiquilla —yo creo que Manolo quedó sorprendido… los tíos no solemos hablar así a los sobrinos—. Pensaba que si la hubiese encontrado hace veinte años me habría enamorado de esta niña, porque ¿tú la has “visto”?

Por supuesto que la había visto... Manolo la había visto, mirado y admirado con sorpresa porque dificilmente se podía apartar la mirada de ella. Manolo también estaba fascinado y la encontraba encantadora… y Carlos, y Enrique, y Álvaro, y Alejandro, y mi compi de la vida, y mis cuñadas Blanca y Rocío, y mi cuñado Quique… Lo sé porque la admiración era evidente y todos lo dijimos en voz alta en algún momento de la noche. ¡Que chica más tierna, cariñosa, dulce y guapa! ¡Que dan ganas de abrazarla como a un peluche! (...lo del peluche lo digo para no violentar a mi compi, que los sobrinos dirían otra cosa, claro está)

Hay asuntos que solemos callar por pudor. La verdad es que aún nos cuesta expresar en voz alta según que sentimientos, y este podría ser uno de ellos: la sospecha de haber podido amar a otra persona si hubiésemos coincidido en otro tiempo y en otro lugar... y la punzada de tristeza que eso conlleva.

Sí, pensaba en ese banco de piedra que Marilisa ha sido una presencia de horas. Una brisa que aletea unos momentos a tu lado, y te regala un frescor de menta y sal. Luego desaparece entre los millones de caminos que tiene la vida, y te dejan cavilando sobre un espacio fuera de lugar y un tiempo que llega a deshora…

Sirvan estas palabras para que lo sepas, princesa bizantina: que hubo un tiempo en el que muchos te quisimos, te pensamos, te deseamos y te imaginamos… y ese recuerdo, vayas donde vayas, ahora ya es eterno. Un beso.



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