Vestía el hombre pantalón negro y camisa blanca de manga larga, y tocaba el oboe en lo alto del Ponte Rialto, sobre el Gran Canal de Venecia. Si no fuera porque no hablaba ni una palabra de español, diría que era el mismísimo don Gregorio Peces Barba venido a menos... o a más, que nunca se sabe.
Todas las noches el viejo profesor de música dejaba escapar su alter ego para convertirse en músico callejero a cambio de unas pocas monedas. ¿Quién sabe? lo mismo era realmente un insigne músico que gustaba de experimentar la ridiculez humana, capaz de pagar doscientos euros por escuchar su música en una gran auditorio y al mismo tiempo pasar de largo, sin prestar la menor atención a la misma música, si la encuentran gratis en una esquina... ¡no sería la primera vez que tal cosa ocurre!
...y si cada beso es el primero, quedarán muchos más. ¡Oh, Venecia!
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