jueves, 16 de agosto de 2007

Relativismo moral de la iglesia

Las cosas como son, la nueva asignatura Educación para la Ciudadanía (EpC) molesta profundamente a la Iglesia española porque amenaza el poder que ejerce sobre su rebaño... ¡hijos de la Iglesia que hasta pueden acabar convertidos en ciudadanos democráticos con criterios propios! Es decir, la Iglesia ve peligrar el privilegio que ha mantenido durante siglos para imponer su moral a una feligresía -que coincidía con la totalidad de ciudadanos- a fuerza de mantenernos en la ignorancia y amedrentados con castigos eternos. Y tienen toda la razón, y además estoy de acuerdo con ellos: la Iglesia española debe oponerse con decisión a la EpC, e intentar por todos los medios mantener y propagar sus criterios de moralidad en esta sociedad porque de otra forma el tinglaillo se les derrumba a ojos vista.

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Mordaza. Reproducción de un original del siglo XVI, hecho en 1857 para una exposición de historia ciudadana en Bamberg, Alemania.

Pero, ¿por qué a la Iglesia le preocupa tanto perder presencia en la sociedad española? En el fondo porque la Iglesia Católica en su conjunto es una organización que se perpetúa en el tiempo como un ser vivo. Ninguna otra organización de hombres ha sido tan camaleónica como la Iglesia, que ha sido capaz de sobrevivir dos mil años y salir airosa de todas las situaciones sociales o políticas, por opuestas que hayan sido, en base a sintonizar y apoyar cualquier supuesto moral por abyecto que resultase.

El episcopado español —y las organizaciones de su órbita— basan su oposición a EpC en lo que llaman el relativismo moral que supuestamente difunde la nueva asignatura. Para ellos el respeto a la diversidad —de pensamiento, ideología y religión; de condición sexual; de matrimonio y relaciones personales; de interpretación de la naturaleza de las cosas—, que es consecuencia directa de los derechos humanos, es opuesto a la moral católicaporque es una moral laica, es decir, que emana de la racionalidad, de la necesidad de establecer lo correcto como algo racional y nunca como una imposición de los dioses. Y este es el camino por donde irán inevitablemente las cosas; los tiempos de oscurantismos, fanatismos y fantasías esotéricas han pasado (por lo menos en occidente)… pero ellos tratan por todos los medios de retrasar el momento. Es una simple cuestión de supervivencia… supervivencia para la casta sacerdotal, por supuesto.

Y mienten como bellacos, y se autodefinen como hipócritas, cuando acusan de relativismo moral a los promotores de EpC porque ninguna otra organización de hombres ha utilizado más aviesamente el relativismo moral como la propia Iglesia…

…una Iglesia capaz de amparar a personas admirables, pero también capaz de innumerables tropelías contra la humanidad, porque a pesar de disponer del mensaje divino de amor a los hombres, por ejemplo, no tuvo el menor reparo en apoyar el tormento —hasta bien entrado el siglo XVIII— para que el brazo secular torturase con refinada saña a los disidentes de sus teorías (herejes), o para algo tan absurdo como torturar y asesinar a supuestas brujas por haber mantenido relaciones con el diablo…

Este pequeño homo sapiens venido a menos no llega a entender la maldad que puede generar una religión capaz de apoyar el uso de, entre otros artilugios, la mordaza, instrumento de hierro que cubría la boca de los torturados condenados por la Santa Inquisición para ahogar los gritos mientras se quemaban en la hoguera… porque tales gritos impedían oír los sones de la música sacra que acompañaban los autos de fe (tortura de herejes). Y en el caso de Giordano Bruno, ”culpable de ser una de las inteligencias más luminosas de su tiempo, fue quemado en la plaza del Campo dei Fiori en Roma en 1600 con la mordaza de hierro provista de dos largas púas, una de las cuales perforaba la lengua y salía por debajo de la barbilla, mientras que la otra perforaba el paladar” clavos que no matan de por sí, pero que le hizo callar y morir lentamente. Eso sí, bajo los sones de la música sacra, solo turbada por el crepitar de llamas y grasa humana… ¡porque Dios lo quiere!

No, la Iglesia no puede esgrimir el argumento de relativismo moral, y el que lo haga es un descarado amoral.



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