Últimamente me viene demasiado a la cabeza algunos detalles de 1984, el profético libro de George Orwell (AQUÍ lo tenéis íntegro en formato digital)
Hace más de 35 años que lo leí por primera vez y, desde entonces, aunque sólo he repasado algunos párrafos al voleo, siempre he recordado el mazazo que supuso para servidor el final. Winston, el protagonista, es un resistente que pretende cambiar ese mundo dominado por la presencia omnipresente del Gran Hermano, que vigila hasta los más íntimos pensamientos. El Estado controla totalmente a cada individuo, hasta el punto de prohibir la intimidad y el sexo. Todo es eufemístico, el Ministerio de la Paz hace la guerra, el del Amor se encarga de anular la intimidad... la historia se rescribe totalmente cada vez que es preciso justificar nuevas alianzas con países que eran enemigos... El Gran Hermano se ha adueñado de la conciencia de todos los ciudadanos porque se anula todo atisbo de disidencias, simplemente se exterminan las ideas... con cerebro incluido. Sin embargo, al final del proceso, el resistente descubre su propio error, el Estado tiene razón y vislumbra la sonrisa amable bajo el bigote del Gran Hermano que vigila. La derrota del individuo es total.
"Contempló el enorme rostro. Le había costado cuarenta años saber qué clase de sonrisa era aquella oculta bajo el bigote negro. ¡Qué cruel e inútil incomprensión! ¡Qué tozudez la suya exilándose a sí mismo de aquel corazón amante! Dos lágrimas, perfumadas de ginebra, le resbalaron por las mejillas. Pero ya todo estaba arreglado, todo alcanzaba la perfección, la lucha había terminado. Se había vencido a sí mismo definitivamente. Amaba al Gran Hermano."
Pues hay varias cosas de la realidad actual que me recuerdan ese mundo demencial de1984. Valgan tres ejemplos.
El primero es el intento de subvertir la realidad de los Teóricos de la Conspiración, los que aún tratan de hacernos creer que el gobierno del PP no pretendió manipularnos para ganar las elecciones del 14-M de 2004.
El segundo ejemplo son los intentos de hacernos creer que el uso del velo islámico es una decisión libre de las mujeres musulmanas.
Y el tercero, este más amable, que es el objeto de este post, son los carteles electorales. Cuando aparecen de la noche a la mañana, como las setas en otoño, casi todos los candidatos fotografiados me parecen bastante incómodos; los veo en poses artificiales, estudiadas y forzadas. Muchos de ellos retocados con PhotoShop hasta límites ridículos. Entiendo que sea necesario para la mercadotecnia. Y, pese a todo, mire usted, a fuer de verlos colgados en farolas, paredes y vallas publicitarias, detrás de los retoques acabo descubriendo los rostros amables que pretendían los publicistas... Lo consiguen, sí señor.
O sea, me pasa sastamete igual que a Winston, el protagonista de 1984, cuando en el último párrafo de la novela descubre que debajo del bigote del Gran Hermano anidaba una bondadosa sonrisa... pos eso.
Hace más de 35 años que lo leí por primera vez y, desde entonces, aunque sólo he repasado algunos párrafos al voleo, siempre he recordado el mazazo que supuso para servidor el final. Winston, el protagonista, es un resistente que pretende cambiar ese mundo dominado por la presencia omnipresente del Gran Hermano, que vigila hasta los más íntimos pensamientos. El Estado controla totalmente a cada individuo, hasta el punto de prohibir la intimidad y el sexo. Todo es eufemístico, el Ministerio de la Paz hace la guerra, el del Amor se encarga de anular la intimidad... la historia se rescribe totalmente cada vez que es preciso justificar nuevas alianzas con países que eran enemigos... El Gran Hermano se ha adueñado de la conciencia de todos los ciudadanos porque se anula todo atisbo de disidencias, simplemente se exterminan las ideas... con cerebro incluido. Sin embargo, al final del proceso, el resistente descubre su propio error, el Estado tiene razón y vislumbra la sonrisa amable bajo el bigote del Gran Hermano que vigila. La derrota del individuo es total.
FALTA FOTO
"Contempló el enorme rostro. Le había costado cuarenta años saber qué clase de sonrisa era aquella oculta bajo el bigote negro. ¡Qué cruel e inútil incomprensión! ¡Qué tozudez la suya exilándose a sí mismo de aquel corazón amante! Dos lágrimas, perfumadas de ginebra, le resbalaron por las mejillas. Pero ya todo estaba arreglado, todo alcanzaba la perfección, la lucha había terminado. Se había vencido a sí mismo definitivamente. Amaba al Gran Hermano."
Pues hay varias cosas de la realidad actual que me recuerdan ese mundo demencial de1984. Valgan tres ejemplos.
El primero es el intento de subvertir la realidad de los Teóricos de la Conspiración, los que aún tratan de hacernos creer que el gobierno del PP no pretendió manipularnos para ganar las elecciones del 14-M de 2004.
El segundo ejemplo son los intentos de hacernos creer que el uso del velo islámico es una decisión libre de las mujeres musulmanas.
Y el tercero, este más amable, que es el objeto de este post, son los carteles electorales. Cuando aparecen de la noche a la mañana, como las setas en otoño, casi todos los candidatos fotografiados me parecen bastante incómodos; los veo en poses artificiales, estudiadas y forzadas. Muchos de ellos retocados con PhotoShop hasta límites ridículos. Entiendo que sea necesario para la mercadotecnia. Y, pese a todo, mire usted, a fuer de verlos colgados en farolas, paredes y vallas publicitarias, detrás de los retoques acabo descubriendo los rostros amables que pretendían los publicistas... Lo consiguen, sí señor.
FALTA FOTO
San Fernando-Cádiz (España) Carteles electorales para las Municipales de Mayo/2007. Las mejores poses, sonrisa colgate y buena depilación. Y que no falte un retoque apañao.
O sea, me pasa sastamete igual que a Winston, el protagonista de 1984, cuando en el último párrafo de la novela descubre que debajo del bigote del Gran Hermano anidaba una bondadosa sonrisa... pos eso.
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