¡Que el Puente de la Casería se llame Puente de la Casería, puñetas!
Hace pocas semanas el Ministerio de Fomento destruyó los restos de un puente histórico en San Fernando (Cádiz / España) Era un puente levantado a finales del siglo XIX para que el tren, esa máquina novedosa entonces, pasara bajo su luz, y los vecinos de la Casería de Osio pudieran salvar la vía sin peligro.
Para el que no sea de estas latitudes interesa explicar que una casería, en sus orígenes, por el siglo XVII, era un grupo de casas que surgían alejadas del centro urbano. Es como un caserío gallego o vasco, pero en el sur. De ahí el nombre de este barrio isleño: La Casería de Osio... lo de Osio se debe al primer hacendado enfitéutico que construyó en este lugar.
Pues bien, los de Fomento derribaron de madrugada los restos del puente de la Casería de Osio, con nocturnidad y alevosía; como con conciencia de estar haciendo algo malo. Luego dijeron que nos les constaba que esos restos estuvieran salvaguardados por ninguna figura de protección. Puede que sea así. El caso es que nos hemos quedado sin los restos del puente histórico... eso si, tendremos una estupenda vía rápida para el AVE, pero se ha destruido otro hito en la de identidad de un pueblo.
Para sustituir al primitivo puente, en los años 80 habían construido otro paralelo, de doble vía, para mejorar las comunicaciones y se llamó, lógicamente “Puente de la Casería”. Y en el año 2001, lo bautizaron con el nombre de Escritor Montero Galvache; sin duda algo testimonial porque ese puente (y el viejo) es y será el Puente de la Casería. Lo curioso y extravagante es que la Hermandad del Perdón (ubicada en la parroquia de la Casería, la que sacan en procesión a su Cristo en Semana Santa) pretenda “que se nombre el puente de la Casería como Puente del Santísimo Cristo del Perdón, debido a las connotaciones que tiene para esta cofradía y para la Semana Santa de San Fernando”. Así se dice en el diario San Fernando Información del 16 Abril 2007, lo cual viene a significar que lo que para ellos es el centro de sus devaneos místicos debe ser impuesto a todos los ciudadanos de San Fernando, sean hermanos de su cofradía o no, creyentes o descreídos, cristianos o musulmanes.
Me parece que el nomenclátor de las ciudades (y el de San Fernando, especialmente) está plagado de nombres de santos, beatos, apóstoles, Cristos y vírgenes... como una capilla de dioses menores en una religión de Dios único. ¡Ya es suficiente, por el amor de Dios! A servidor le parece que el abuso de nomenclatura sacra en nuestras calles dice muy poco a favor de sus vecinos... es como si no fuéramos capaces de reconocer la valía de hombres de a pie, que, al margen de sus creencias, han aportado innumerables avances al progreso de la humanidad, ya sean en arte, ciencia o actos singulares.
Esa presencia masiva de la nomenclatura sacra en nuestras calles es consecuencia de unos tiempos en los que la presencia de la religión en la vida civil lo impregnaba todo. Tanto era así que llegaba hasta asfixiar el entendimiento y coartar la libertad. Eran tiempos en los que no se concebía la independencia del poder terrenal y eclesiástico, porque la fuente de la autoridad era una gracia de Dios al gobernante de turno. Y donde los gobernantes sólo debían rendir cuentas antes Dios... y cierta pleitesía al obispo de turno, por supuesto.
Y servidor cree que ya es hora de sacudirnos esta rémora del pasado. ¡Que ya, gracias a Dios, vivimos en un país laico! No forcemos más la máquina y demos a Dios lo que es de Dios, pero dentro de sus templos (iglesias, sinagogas y mezquitas) y dejemos que el César ponga nombre a sus calles, plazas y puentes... ¡Que es muy poca cosa hombre!
Hace pocas semanas el Ministerio de Fomento destruyó los restos de un puente histórico en San Fernando (Cádiz / España) Era un puente levantado a finales del siglo XIX para que el tren, esa máquina novedosa entonces, pasara bajo su luz, y los vecinos de la Casería de Osio pudieran salvar la vía sin peligro.
Para el que no sea de estas latitudes interesa explicar que una casería, en sus orígenes, por el siglo XVII, era un grupo de casas que surgían alejadas del centro urbano. Es como un caserío gallego o vasco, pero en el sur. De ahí el nombre de este barrio isleño: La Casería de Osio... lo de Osio se debe al primer hacendado enfitéutico que construyó en este lugar.
Pues bien, los de Fomento derribaron de madrugada los restos del puente de la Casería de Osio, con nocturnidad y alevosía; como con conciencia de estar haciendo algo malo. Luego dijeron que nos les constaba que esos restos estuvieran salvaguardados por ninguna figura de protección. Puede que sea así. El caso es que nos hemos quedado sin los restos del puente histórico... eso si, tendremos una estupenda vía rápida para el AVE, pero se ha destruido otro hito en la de identidad de un pueblo.
Para sustituir al primitivo puente, en los años 80 habían construido otro paralelo, de doble vía, para mejorar las comunicaciones y se llamó, lógicamente “Puente de la Casería”. Y en el año 2001, lo bautizaron con el nombre de Escritor Montero Galvache; sin duda algo testimonial porque ese puente (y el viejo) es y será el Puente de la Casería. Lo curioso y extravagante es que la Hermandad del Perdón (ubicada en la parroquia de la Casería, la que sacan en procesión a su Cristo en Semana Santa) pretenda “que se nombre el puente de la Casería como Puente del Santísimo Cristo del Perdón, debido a las connotaciones que tiene para esta cofradía y para la Semana Santa de San Fernando”. Así se dice en el diario San Fernando Información del 16 Abril 2007, lo cual viene a significar que lo que para ellos es el centro de sus devaneos místicos debe ser impuesto a todos los ciudadanos de San Fernando, sean hermanos de su cofradía o no, creyentes o descreídos, cristianos o musulmanes.
Me parece que el nomenclátor de las ciudades (y el de San Fernando, especialmente) está plagado de nombres de santos, beatos, apóstoles, Cristos y vírgenes... como una capilla de dioses menores en una religión de Dios único. ¡Ya es suficiente, por el amor de Dios! A servidor le parece que el abuso de nomenclatura sacra en nuestras calles dice muy poco a favor de sus vecinos... es como si no fuéramos capaces de reconocer la valía de hombres de a pie, que, al margen de sus creencias, han aportado innumerables avances al progreso de la humanidad, ya sean en arte, ciencia o actos singulares.
Esa presencia masiva de la nomenclatura sacra en nuestras calles es consecuencia de unos tiempos en los que la presencia de la religión en la vida civil lo impregnaba todo. Tanto era así que llegaba hasta asfixiar el entendimiento y coartar la libertad. Eran tiempos en los que no se concebía la independencia del poder terrenal y eclesiástico, porque la fuente de la autoridad era una gracia de Dios al gobernante de turno. Y donde los gobernantes sólo debían rendir cuentas antes Dios... y cierta pleitesía al obispo de turno, por supuesto.
Y servidor cree que ya es hora de sacudirnos esta rémora del pasado. ¡Que ya, gracias a Dios, vivimos en un país laico! No forcemos más la máquina y demos a Dios lo que es de Dios, pero dentro de sus templos (iglesias, sinagogas y mezquitas) y dejemos que el César ponga nombre a sus calles, plazas y puentes... ¡Que es muy poca cosa hombre!
¡Que el Puente de la Casería se llame Puente de la Casería, puñetas!
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