domingo, 11 de febrero de 2007

Un grupo de monos

Mi hijo Álvaro me remite desde Alemania algunas historias que sabe me interesarán. Esta que sigue es sugerente, pero increíble:
"Unos científicos encerraron cinco monos en una jaula. En el centro colocaron una escalera y, sobre ella, un montón de bananas. Cuando un mono subía la escalera para agarrar las bananas, los investigadores lanzaban un chorro de agua fría sobre los que quedaban en el suelo. Después de algún tiempo, cuando un mono intentaba subir la escalera, los otros lo agarraban y se lo impedían a golpes. Pasado un tiempo los monos aprendieron y ninguno, a pesar de las tentadoras bananas, subía la escalera.
Entonces, los científicos sustituyeron uno de los monos. Lo primero que hizo el nuevo fue intentar subir la escalera, pero rápidamente los otros se lo impidieron a golpes. Después de algunas palizas, el novato dejó de intentar subir la escalera. Un segundo mono fue sustituido, y ocurrió lo mismo. El primer sustituto participó con entusiasmo de la paliza al novato, era el que más fuerte pegaba. Un tercero fue cambiado, y se repitió el hecho. El cuarto y, finalmente, el último de los veteranos fue sustituido.
Los investigadores se encontraron con un grupo de cinco monos que, aunque nunca recibieron un baño de agua fría, continuaban golpeando a aquel que intentase llegar a las bananas. Si fuese posible preguntar a algunos de ellos por qué reprimían el intento de subir las escaleras, con certeza la respuesta sería: "No sé, las cosas siempre han sido así..."
La historia que me envía Álvaro continúa haciendo un llamamiento para que los oprimidos del mundo, los que aceptan las normas sin discusión, se levanten. Y finaliza con una frase maestra:

"Es más fácil desintegrar un átomo que un prejuicio": Albert Einstein

El experimento no es creíble porque los monos no son tan tontos. Estoy seguro que los resultados de esta experiencia jamás habría sido este. Los monos habrían ideado estrategias y alianzas para hacerse con las bananas... solo era cuestión de tiempo y sobre todo, de hambre.

Me recuerda otra ridícula historieta que también ilustra el origen mitológico de las religiones y de muchas creencias incontestables. Es una historia que circula en numerosos ambientes cuarteleros... y os aseguro que es cierta:

Un día pintaron el banco de madera del Cuerpo de Guardia. Para que nadie se sentara mientras estaba húmedo, el sargento de guardia colocó a un centinela junto al banco. A las cuatro horas, relevaron al centinela... y el siguiente sargento de guardia repitió los “puntos” de guardia. Al cabo de tres años seguían colocando un centinela junto al banco... y nadie recordaba para qué coño se colocaba allí un soldado. ¡Pero eran las normas, y si alguien las estableció sería por alguna buena razón!
Sin embargo hay algo muy sugerente en estas historias... porque las creencias que hoy resultan indiscutibles, las convicciones que sirven de base para construir un entramado teológico-filosófico-ideológico a partir de ellas; o las tradiciones basadas en un supuesto sabio hacer de las cosas, tienen todos un origen que nada tiene que ver con la explicación ulterior, que siempre es tendenciosa y sirve para justificar los intereses aviesos de alguna casta de hombres que se creen privilegiados.

¡No sé si m’explicao!




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